Estudiantes de Arquitectura refrendan su compromiso con el país mediante prácticas en zonas vulnerables

  • Durante seis semanas, 37 jóvenes de los últimos años de la Escuela de Arquitectura de nuestra Casa de Estudios, realizaron sus periodos de práctica en distintas regiones del país, con el sello de Responsabilidad Social propio de nuestra Universidad. Interactuar con la comunidad con el fin de conocer sus demandas arquitectónicas, así como promover la identidad local y realizar proyectos, desde el diseño hasta las propuestas de financiamiento, fueron algunas de las condiciones que debieron cumplir y que la mayoría resume como una “experiencia enriquecedora”.

Este verano, 37 estudiantes de quinto año de Arquitectura optaron por realizar la Práctica de Gestión de Proyectos fuera de la Región Metropolitana, llegando incluso a localidades tan lejanas como Lonquimay, Chaitén y Coyhaique.

Se trata de una práctica que en el plan de estudios de la carrera se instala en el último año, ya que requiere de diversas competencias propias de quienes próximamente se titularán y que incluye no sólo el diseño arquitectónico de un proyecto, sino también los requerimientos administrativos para que ese proyecto sea viable.

El profesor Carlos Richards, académico a cargo de la práctica y también de la gestión de cupos en las distintas regiones, explicó que esta iniciativa, no sólo es importante por la experiencia vivencial que entrega a los futuros profesionales. Sino también por el aporte al desarrollo de nuestro país, colaborando con municipios rurales o escasos en profesionales que necesitan postular a fondos para llevar a efecto proyectos como implementación de espacios públicos, urbanización y construcción de edificios de servicios para las comunidades.

Un colegio rural y el edificio consistorial en Vicuña, rescatando en el diseño símbolos de la cultura diaguita; una feria ganadera y costumbrista, de exposición y venta de animales para Chaitén y un terminal de buses que proteja a los pasajeros de la lluvia y sirva como enlace para un sistema de transporte terrestre más conectado; una multicancha y una sede social en San Pablo, con materiales nativos como maderas y piedra laja; una propuesta de diseño para el Plan Maestro de Lonquimay, proyectado a 20 años según el crecimiento urbano de la comuna y su necesaria implementación, con un corredor verde, una medialuna y ciclovías para favorecer el turismo; la rehabilitación de un fuerte que los españoles ocupaban como batería de descarga de artillería y que funciona como museo al aire libre en Ancud y un centro cultural, en el ex internado de la misma ciudad son algunos de los proyectos que los estudiantes entregaron a los municipios para postular a fondos regionales.

Retroalimentación

“El alcalde y los arquitectos de Vicuña recibieron muy bien los proyectos”, contó la estudiante Katherine Cuevas.

 “Hicimos un estudio de cómo era el comportamiento de los animales, para poder hacer el diseño del recorrido de la feria, porque hay que preocuparse de que el animal crea que siempre está avanzando”, recordó Paula Farfán sobre su estadía en Chaitén; mientras que su compañero Esteban Paredes agregó que una de las cosas que más lo impresionó fue el recuerdo persistente en las personas del desastre que provocó la erupción del volcán y que casi borró a la comuna del mapa.

Pía Mendoza fue a Osorno y aparte de la sede social que diseñó, trabajó revisando proyectos y aprendió del trabajo administrativo de su profesión.

Para Mónica Ponce, que estuvo en la localidad de San Pablo, fue revelador conocer el aspecto humano de la realidad que se vive en esa comuna.

Asimismo, el estudiante español de intercambio, Juan Bautista García, se llevó una impresión muy distinta de lo que conocía de Chile en su permanencia en Lonquimay, “fue una enriquecedora experiencia para nosotros tener ese acercamiento y para ellos al contar con nosotros cuando faltan profesionales”, dijo; mientras que su compañero Daniela Arias destacó que el trabajo se fortaleció al trabajar en grupo en proyectos concretos.

Para Jorge Figueroa y Claudio Muñoz, que trabajaron en Ancud, el foco estuvo en aprender de la zona, su tradición y cultura, y fue tan impactante el compromiso que sintieron con la comunidad y la valoración que esta le dio a su trabajo que esperan volver el próximo año.