Dra. Yenniffer Ávalos Carrasco: “Mi vocación es impactar a las personas a través de acciones que generen cambios”

La académica y doctora en Farmacología repasa su intenso arribo a la Dirección de Género, Diversidad y Equidad, que ahora es parte de la nueva Vicerrectoría de Calidad de Vida, Género, Equidad y Diversidad. En esta entrevista aborda su vivencia siendo parte de la comunidad LGBTQ+ y cómo desde allí, busca visibilizar y aportar para resolver sus problemáticas.
"Si iba a ser académica, quería serlo de una universidad pública, y estando en la Usach me di cuenta de que el lugar donde tenía que estar era este y no otro. La cultura institucional de la gente que trabaja acá y del estudiantado, es única", afirma la Dra. Ávalos.

Mujer cisgénero, lesbiana, neurodivergente, vegana, feminista, joven y científica. Así se define Yenniffer Ávalos Carrasco, la actual directora de la Dirección de Género, Diversidad y Equidad, de la Universidad de Santiago de Chile.

Esta química farmacéutica y doctora en Farmacología por la Universidad de Chile, reconoce que pertenece a grupos históricamente excluidos de la toma de decisiones, razón por la que siente una responsabilidad aún más grande en el desafío de representatividad y visibilización de las comunidades marginadas. “Estoy en una posición que no pensé que estaría, pero tener este privilegio y liderazgo en temáticas tan relevantes para mí, es un sueño”, indica en alusión a su cargo, e insiste que no fue algo que había pensado, pero cuando le ofrecieron liderar la Dirección, supo que era donde debía estar.

En esa línea, la vivencia como persona que es parte de la comunidad LGBTQ+, marca la postura de la doctora Ávalos al hablar de la temática. “Mi identificación es importante en todo lo que hago y nunca lo he escondido”, sentencia.

La vocación por enseñar

Nació en Recoleta, pero toda su niñez y adolescencia transcurrió en Peñalolén. Su madre cursó Pedagogía en Matemática y su padre, Contabilidad y Auditoría, en la entonces Universidad Técnica del Estado (UTE), pero sólo él alcanzó a terminar los estudios. Además, tiene una hermana mayor que es nutricionista. 

Actualmente vive en Ñuñoa junto a su esposa y tres perros. Dentro de sus pasatiempos están los deportes como el running, el boxeo y las pesas, aficiones que suma a la cocina y disfrutar de la oferta gastronómica vegana. 

Como mentoras menciona a la Dra. Jenny Fiedler Teme, asegurando que de ella aprendió a ser académica y plantear cosas; y a la Dra. Eugenia Morselli, con quien conoció otra manera de hacer ciencia. Fuera del mundo científico, le gusta el pensamiento de la escritora boliviana, María Galindo.

Convertirse en científica no fue planificado y es que cuando niña quiso ser muchas cosas. Se decidió durante la enseñanza media, mientras cursaba la modalidad humanista. Vio las mallas de las carreras, estudió Química y Farmacia en la Universidad de Chile y allí se dio cuenta que lo que le gustaba en realidad era la comunicación de la disciplina o mejor dicho enseñar. 

En cuarto y quinto año de su pregrado, la idea de investigar la motivó, aunque siempre considerando la parte formativa del proceso. “Lo que me gusta de la investigación es tener gente joven a la que una puede ayudar a descubrir cuál es su propia forma de pensar o ver un fenómeno. Eso me parece interesante”, sostiene. 

“Lo que una investiga, puede ser muy importante y fundamental para mí, pero si lo pones en la perspectiva del mundo, no lo es. Los cambios que puedes hacer en un estudio son muy lentos y lo terminas desarrollando casi por gusto personal. Así supe que esa no iba a ser mi manera de generar un cambio que influya directamente en las personas”, confiesa. 

Por lo anterior, tomó la decisión de dedicarse a la enseñanza, donde las transformaciones son inmediatas. “Cuando haces clases, puedes resolver una duda en el instante, mientras que la investigación es más lenta. Mi vocación es impactar a las personas a través de acciones que generen cambios”, puntualiza.

En la Usach

Egresó del pregrado con la mejor nota de su generación, lo mismo que al salir del doctorado en Farmacología. En este último programa de postgrado, obtuvo el Premio L’Oreal Unesco for Women in Science 2015, que le abrió puertas para generar contactos y hacer currículum, además de la oportunidad de impartir clases en las universidades de Chile y Andrés Bello. 

Fue en 2018 cuando postuló a un concurso público en la Usach para contratar a una académica o académico de la Facultad de Química y Biología. Postuló con poca esperanza, pero lo obtuvo. Sin embargo, justo en ese momento se había adjudicado un Fondecyt de postdoctorado en la PUC, además del proyecto Apoyo a la Generación de Redes Internacionales para Investigadores en Etapa Inicial del Programa de Cooperación Internacional de Conicyt -actual ANID-, el que incluía un viaje por unos meses a Francia, así que retrasó su ingreso a nuestro Plantel hasta marzo de 2019.

-¿Qué significa hoy ser parte de la Usach?

-Si iba a ser académica, quería serlo de una universidad pública, y estando en la Usach me di cuenta de que el lugar donde tenía que estar era este y no otro. La cultura institucional de la gente que trabaja acá y del estudiantado, es única. Tienen muy arraigada la idea de responsabilidad social, del cómo transformar la sociedad siendo personas que, en muchos casos, su única opción para acceder a la Educación Superior es esta Universidad. Después de haber sido financiada con becas y proyectos del Estado, creo que lo mínimo es retribuir trabajando en un plantel estatal. Así, estando acá, me siento cada día más parte de la comunidad usachina, de cómo se ve la propia universidad y de la visión de sus ejes estratégicos, como el énfasis que se hace ahora con la temática de género y diversidades, pero también de la inclusión socioeconómica y de personas con discapacidad .

-¿Cuál es el sello que le gustaría imprimir en esta Dirección?

-Centrarnos en las personas, la participación y escuchar a la gente. En general eso a veces cuesta, es difícil, porque también hay poco tiempo, hay que responder y hacer cosas, pero creo que la única forma de que las personas se sientan parte de las políticas e incluidas en las decisiones, es así. Y eso significa escuchar sus demandas, problemas, dolores y propuestas. Pienso que hay un tema de escucha activa que debemos ir desarrollando y la idea es verlo de forma interseccional, no quedarnos en que los problemas de género son de hombres y mujeres, sino que ir más allá, porque no solo se trata de eso. Es necesario pensar en las diversidades sexo genéricas, en personas no binarias, en personas de sexo fluido, es decir, ampliar la perspectiva desde lo más participativo y humano posible”.

Al mismo tiempo, la académica indica que es fundamental pasar de la cultura reactiva a la preventiva y sensibilizar respecto al tema, para que cada vez sea menos frecuente la violencia de género grave constitutiva de delito. 

“El desafío es erradicar la violencia, pero para eso no tiene que haber discriminación, y para que no haya discriminación debe haber sensibilización. Todas y todos tenemos que entender el problema y cómo abordarlo. Es la única forma para que exista igualdad. Es complejo y multifactorial, pero creo que estar en una Vicerrectoría, con otros Departamentos y otras miradas, fortalece el poder lograr el desafío de erradicar la violencia y promover la igualdad sustantiva, como dice nuestro rector”, enfatiza.

Para esto también es esencial pasar a la acción, asegura. “A mí me interesa mucho el liderazgo concreto, hacer cosas, no solo quedarme en el mundo de las ideas. Está bien, es necesaria la reflexión, pero en algún momento hay que hacer la bajada a la vida real”, profundiza.

La Dra. Ávalos asumió en el cargo en marzo de este año, y hasta ahora, se ha dedicado a priorizar. “Ahí tenemos que atender algunas cosas más normativas, como la implementación de leyes, donde hay plazos más perentorios”, explica insistiendo que “lo que está en juego es cómo atendemos a víctimas, cómo prevenimos que cada vez haya menos víctimas de violencia, además de tener una Universidad mucho más igualitaria, que mejore la calidad de vida”. 

Lo claro, dice la académica, es que los cambios profundos no van a pasar solo por la Dirección, sino que por todas las unidades. “Yo veo motivación y ganas de hacer cambios por parte del Gobierno Universitario”, señala.

El problema es colectivo

La falta de derechos es algo que a la Dra. Ávalos le interesa visibilizar y ha incluido este tema en diversas charlas que abordan el trabajo de las mujeres en la ciencia. “Ese discurso de que todas las mujeres lo pueden lograr me parece vacío, porque no atiende a las interseccionalidades que existen, a las diferencias que hay y por qué se construyen, por qué están y por qué son estructurales”, detalla. 

“Por eso introduzco el tema ‘Ciencia y personas LQBTQ+’ en las charlas. ¿Cuántas conocemos? ¿cuánto acoso sufren en contextos educativos? Y de repente he recibido comentarios de profesoras, incluso de otras universidades, que me dicen ‘sí, pero eso es un asunto personal’. Bueno, si una persona heterosexual habla de su marido y de su familia, ¿no es personal? ¿Por qué en un caso te molesta y en el otro no? Eso es homofobia directamente, solo que está un poco escondido”, subraya.

Hace una reflexión más profunda aún, afirmando que el individualismo de esta sociedad resulta contradictorio si no se logran las metas. “La sociedad te exige un montón de cosas para sentir que tuviste éxito en la vida profesional, personal, laboral, etc., pero a la vez, es tu culpa si no lo lograste. Por eso, para mí toda esa idea de autoayuda como ‘lo puedes lograr, porque todo está en ti y tienes que vibrar alto’, es otra forma de individualismo, porque no haces caso a lo colectivo”, apunta definiendo que “el problema es colectivo, social y cultural. Es estructural. No es que haya pocas mujeres en ciencia porque ellas no se creen el cuento. Esa es una forma básica de verlo y muy servil al mercado, pues no cuestiona lo que está de fondo. Atribuye los problemas a la persona y por eso no me gusta y no la comparto”, expresa. 

Lo primero, insiste la Dra. Ávalos, es deconstruir la forma de ver las limitaciones. “Si hay un problema constante, estructural e histórico que afecta a distintas poblaciones marginalizadas, la solución no puede ser ‘créete el cuento’. La solución no puede pasar por lo personal, hay algo más profundo”, concluye.

Autor: 
Carolina Reyes Salazar
Fotografía: 
Manuel Urra