A inicios de la década de los 80’, la comunidad científica detectó el agujero en la capa de ozono sobre la Antártida, descubriendo una serie de repercusiones en la salud y el medioambiente. La situación aceleró la firma del Protocolo de Montreal en el año 1987 que suscribieron155 países, con el objetivo de limitar, controlar y regular la producción, consumo y el comercio de sustancias destructoras de ozono como el bromuro de metilo, el metilcloroformo, el tetracloruro de carbono y las familias de halones y clorofluorocarbonos, comunes en desodorantes, lacas e insecticidas de aquellos tiempos.Desde su detección a inicios de los 80', el agujero en la capa de ozono continuó creciendo hasta alcanzar su máxima extensión en septiembre del 2006. En 2011, un equipo liderado por el Dr. Raúl Cordero, académico del Departamento de Física, se unió a los esfuerzos internacionales para el monitoreo de la evolución del agujero de ozono y sus efectos en el clima del hemisferio sur. Hoy este grupo ejecuta paralelamente seis proyectos de investigación.Tras una nueva expedición realizada por su equipo entre noviembre del 2016 a marzo de 2017, el Dr. Raúl Cordero coincide con otros científicos respecto al inicio de la recuperación de la recuperación de la capa de ozono como consecuencia de la aplicación exitosa del Protocolo de Montreal.“Las concentraciones en la atmosfera de sustancias destructoras de ozono comenzaron a disminuir a nivel global hace una década, mientras que el agujero de ozono alcanzó su máxima extensión el 24 de Septiembre del 2006. Aunque el cierre del agujero es un proceso paulatino que tomará aun décadas, hoy existe consenso en que hay una tendencia hacia la recuperación de la capa de ozono y el cierre total del agujero sobre la Antártida antes de fines de este siglo”, indica el académico de la U. de Santiago. Expediciones a la zona El equipo de investigación liderado por el Dr. Cordero monitorea el ozono antártico desde hace más de 5 años y ha llevado a cabo más de una docena de campañas en territorio antártico gracias al apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conicyt) y el Instituto Antártico Chileno (Inach). En 2015, lograron consolidar su presencia en el continente blanco con la instalación de una plataforma de mediciones atmosféricas, cuyo propósito es monitorear los efectos del cambio en el clima producidos por el agotamiento del ozono estratosférico.La plataforma se encuentra a 250 metros de la base Profesor Julio Escudero del Instituto Antártico Chileno (Inach), en Isla Rey Jorge, y opera desde noviembre a marzo de cada año. Se encuentra equipada con instrumentos de vanguardia para medir el espectro solar, mediciones que permiten a su vez recuperar la columna de ozono total, la profundidad óptica de los aerosoles, la columna de vapor de agua y la nubosidad.Además, en la época también se trasladan a la Estación Polar Científica Conjunta Glaciar Unión, localizada a 1.080 kilómetros de distancia del polo sur, donde se efectúan similares mediciones durante campañas más cortas.El científico explica que según las observaciones, en los próximos 30 años se verán aumentos y disminuciones tanto en la extensión como en la profundidad del agujero. Sin embargo, se muestra optimista en que no haya cambios de tendencia y que la recuperación de la capa de ozono se consolide como irreversible.Además explica la importancia para Chile del inicio del cierre del agujero de ozono. “La climatología del hemisferio sur ha sido enormemente influenciada en las últimas 4 décadas por el agujero de ozono. De hecho, los cambios en las concentraciones de ozono, que ocurren anualmente sobre la Antártica durante la primavera austral, han provocado en los últimos 40 años cambios en las patrones de vientos, nubosidad y precipitaciones en todo el hemisferio Sur y Chile no ha sido una excepción”, puntualiza.La última campaña liderada por la U. de Santiago en la Antártida, se extendió desde mediados de noviembre hasta principios de marzo de 2017 e involucró un total de 11 investigadores de la Universidad de Santiago, la Agencia Espacial Alemana (DLR), el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) y la Universidad Leuphana (Alemania). Exitoso Protocolo de Montreal Con un total de 14 millones de kilómetros cuadrados, la Antártida es considerada el cuarto continente más grande del mundo, después de Asia, América y África. Su superficie es aproximadamente 45 veces la superficie de Chile, por lo que es considerado por el mundo científico un agente de cambio climático global.El Dr. Cordero destaca al Protocolo de Montreal como “el tratado medioambiental más exitoso de la historia” por haber evitado aumentos potencialmente catastróficos en la radiación solar ultravioleta (UV) (considerando el rol del ozono como protector de los organismos vivos frente a la UV).Agrega que, “el Protocolo de Montreal es uno de los mejores ejemplos de cómo la buena ciencia, lleva a tomar buenas decisiones políticas. De hecho, gracias al protocolo estamos logrando reparar uno de los mayores daños provocados por la actividad humana en el planeta y eso es una noticia extraordinariamente positiva de la que sin duda podemos sacar lecciones para enfrentar desafíos globales futuros”, sostiene.Sin embargo, el Dr. Cordero advierte sobre el creciente rol del cambio climático. “El aumento de las concentraciones en la atmósfera de gases de efecto invernadero y su interacción con las variaciones de ozono sobre la Antártica que aún se esperan en las próximas décadas, hacen necesario continuar el monitoreo del clima antártico. Afortunadamente, en eso está el foco de la investigación polar Chilena”, concluye el científico.
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Desde hace cinco años, un equipo de investigadores de nuestra Universidad, liderado por el académico del Departamento de Física, Dr. Raúl Cordero, monitorea el ozono en el continente blanco, con el fin de determinar el impacto de los fenómenos climatológicos que ha experimentado la zona en las últimas cuatro décadas. A partir de una serie de observaciones, uno de los hallazgos más positivos está asociado a la capa de ozono.
Redacción