La pandemia del Coronavirus precipitó algo que debido al avance de las tecnologías de la información ya estaba en desarrollo, de pronto muchos nos vimos en nuestras casas imposibilitados de acudir a nuestros habituales lugares de trabajo. Primero, los que por la naturaleza de nuestras actividades podíamos trabajar a distancia nos enfrentamos a la necesidad de una acelerada actualización tecnológica para poder afrontar el desafío de dar continuidad a nuestros compromisos laborales, luego tuvimos que reordenar nuestras rutinas y vida domestica.Ya no tenemos las fastidiosas horas de viaje, en metro, auto o buses, pero en cambio se nos han sumado todas las tareas del hogar, que dependiendo de las particulares circunstancias de cada cual debemos enfrentar solos a en compañía el cuidado y educación de los hijos, lavar, cocinar, y hacer aseo de manera mucho más intensiva que en condiciones “normales”.Las instituciones como las universidades, instituciones públicas u otras como los bancos, empresas de servicio que pueden ofrecer sus actividades comerciales a distancia rápidamente se convirtieron al modo digital corriendo sobre la marcha. Las empresas proveedoras de productos de comunicación y trabajo colaborativo a distancia se activaron rápidamente para disputar un mercado que no ha parado de crecer.Ya se está hablando del teletrabajo como “la nueva normalidad” que se ha instalado a nivel planetario. Los improvisados tele-trabajadores tele-estudiantes hemos tenido que adaptar nuestros espacios domésticos para convertirlos en aulas virtuales y oficinas. Por cierto, que en esta nueva modalidad aparecieron de inmediato las diferencias y las desigualdades inherentes al sistema en que vivimos. Para algunos el teletrabajo puede hacerse desde el escritorio en la casa, para otros en la cocina, el comedor o el dormitorio o sobre un techo para conseguir señal.Las viviendas de producción masiva fueron concebidas como lugares a los cuales se regresa para dormir y descansar luego de una jornada laboral que ocurre en otro lugar. Hoy en las viviendas pequeñas se disputan el poco espacio, los tele-trabajadores con los tele-estudiantes, que junto con disputar rincones de privacidad tienen que disputar anchos de banda de internet que en el mejor de los casos estaba considerada para alguna navegación nocturna o ver una película en alguna plataforma. Ni que hablar de las viviendas compartidas por más de una familia donde el hacinamiento hace prácticamente imposible cualquier forma de estudio o trabajo a distancia.Por otra parte, la calidad de la provisión de servicios de internet, también se distribuye de manera desigual en el territorio, además de la diferente capacidad de adquirir buenos planes de datos existe una distribución inequitativa de la oferta por parte de las empresas. Hay vastas zonas de la ciudad y regiones donde simplemente no existe factibilidad técnica de para una buena conexión, con lo cual las posibilidades del teletrabajo y la educación a distancia son una facilidad para unos cuantos.Pero bien, suponiendo que “el mercado” con su “mano invisible” se acomodara y la buena conectividad se distribuyera equitativamente por los territorios y efectivamente amplios sectores de la población pudieran considerar como factible el teletrabajo y la educación a distancia, veamos cuales pueden ser las consecuencias de esto en la vida de las personas y las ciudades: cientos de miles de personas trabajando desde sus hogares. Menos viajes por la ciudad, menos vehículos expeliendo contaminantes a la atmosfera, menos horas del día perdidos en desplazamiento, menos riesgos de accidentes callejeros, menor exposición a contraer contagios virales, menos riesgo de ser asaltados o robados, etc.A nivel de las empresas podría significar cerrar oficinas, sucursales bancarias y de diversos servicios, ahorrarían en gastos de mantención de edificios, aseo, electricidad, agua, calefacción, aire acondicionado, bonos de locomoción para sus empleados, podrían ser algunos de los argumentos desde las empresas que jugaran en favor de masificar esta nueva modalidad.Preguntando en Google “consecuencias del teletrabajo” nos aparece como respuesta “Inconvenientes del teletrabajo: Posible desvinculación emocional del trabajador con la compañía. ..., Se elimina el ambiente laboral. ..., Dificultad para controlar al empleado. ..., Dificultad para el trabajo en equipo. ..., Cambio en la cultura y organización de la empresa. ..., Aislamiento. ...Descenso de la productividad. ..., Reducción del aprendizaje”.En la misma búsqueda nos aparece como respuesta las “Ventajas del teletrabajo: Mayor conciliación y flexibilidad…, Ahorro de tiempo…, Ahorro de dinero…, Aumento de la productividad…, Reducción de la contaminación…, Retención del talento y atracción de los empleados más preparados…, Reducción del absentismo laboral…, Menos conflictos en la empresa…, Menos estrés…Si a todo esto se suma lo que cotidianamente nos reporta la prensa respecto de la tendencia mundial a reemplazar trabajo humano por trabajo robotizado a todo nivel, porque ya no se trata solamente de maquinarias robot en la producción industrial, sino que el remplazo de trabajo humano en general por algoritmos informáticos en actividades como la salud, el derecho, las comunicaciones, la distribución de productos, el tráfico aéreo, el manejo de vehículos y un largo etc, todo esto nos presenta la gran interrogante de que va a pasar con los grandes contingentes de personas desocupadas, pregunta que dejo abierta.Los centros históricos de las ciudades ya han sufrido una perdida de importancia relativa en las ciudades. En Santiago desde hace muchos años hemos podido observar como un numero significativo de oficinas se trasladó del centro de la ciudad a la zona oriente llevándose consigo muchas actividades de apoyo, no obstante, el centro de la ciudad ha mantenido una gran actividad. El aparato del Estado mantiene como lugar principal de operación el centro de la ciudad, pero ya en estos días de cuarentena hemos visto que muchas reparticiones públicas que han adoptado la modalidad del teletrabajo, reportan que dado los buenos resultados obtenidos, consideran la posibilidad de extender esta forma de trabajo más allá de la actual contingencia. Esto tampoco constituye novedad ya había servicios públicos como el Servicio de Impuestos Internos y el Registro Civil que desde hace muchos años ofrecen servicios en línea.Todo lo antes señalado nos plantea una reflexión como profesionales de la arquitectura y el urbanismo, respecto de nuestras ciudades. ¿Cómo serán los centros urbanos vaciados de las personas que cotidianamente acudían a sus trabajos?, desaparecerán las tiendas y comercios variados, las fotocopiadoras, las fuentes de soda, restaurantes, ópticas, oficinas de abogados, y cualquier actividad que aprovechara la externalidad que producen las concentraciones de personas. Millones de metros cuadrados de oficina sin uso, millones de metros cuadrados de ciudad desocupados. ¿Cuánto de la enseñanza universitaria migrará a educación a distancia? ¿Cómo reconfiguraremos la vida urbana? ¿Cómo serán los barrios y sus espacios públicos? Tenemos un arduo trabajo de reflexión colectiva respecto de como reconfigurar el futuro.
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El teletrabajo, no es algo nuevo como no lo es la educación a distancia que existe desde comienzos del siglo XX en diversos formatos, la novedad hoy radica en la radicalidad con que en forma intempestiva ha irrumpido en nuestras vidas. En esta columna de opinión, el autor nos invita a reflexionar cómo serán nuestras ciudades, el estudio y los trabajos cuando la pandemia retroceda.
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