En plena Alameda, estudiantes de la Universidad, se instalan casi a diario para compartir música y actividades culturales e información que sensibilice a las y los ciudadanos, respecto de las demandas estudiantiles.
Al cumplirse tres semanas de ocupación que son sólo una pieza del rompecabezas del conflicto estudiantil, que ya se extiende por más de 5 meses, y que aún parece difícil de armar, el ampliado estudiantil tomó una decisión… “Por mucho que no estemos de acuerdo, es la instancia que nos llevó a determinar la toma, y es la misma en que se decidió terminarla”.“Señora, infórmese y sepa por qué estamos aquí”. Esta es una de las tantas frases que se escuchan al recorrer el frontis de la Universidad, institución cuyo estudiantado mantuvo tomado el campus por tres semanas y que este jueves decidió deponer la medida.Caras pintadas, batucadas y música durante todo el día, se suman a un estricto control de los accesos al campus y a toda una organización para hacer turnos, compras, jornadas de sensibilización ciudadana, improvisadas clases y charlas, así como “tarreos” para reunir fondos. Son la imagen alegre, colorida y paradojal de un problema que recorre la geografía de Chile de Norte a Sur y de cordillera a mar. Reticentes a dar sus nombres, se animan a hablar “el portero” apostado en el acceso principal del campus, un estudiante de Ingeniería Mecánica, y dos jóvenes que se identificaron con sus nombres de pila: Carolina y Catherine. Todos juntos comparten dos ideas: el convencimiento de que el movimiento estudiantil despertó a Chile, así como el comienzo de una nueva era para la educación pública.
Informados y convencidos
Estos cuatro jóvenes partidarios de continuar con la toma, respetan la decisión adoptada por el Ampliado Estudiantil (reunión que periódicamente sostienen los representantes de las 63 carreras que ofrece la Universidad). “Por mucho que no estemos de acuerdo, es la instancia que nos llevó a determinar la toma y es la misma en que se decidió terminarla”, sostiene el estudiante de Mecánica, quien confiesa dormir día por medio en el campus y ser testigo de que la gran mayoría procura cuidarlo”.Son muchachos altamente informados. Manejan datos, cifras, estudios y rankings, y en base a ello opinan. “Mi principal motivación es ver que no sólo los estudiantes, sino toda la ciudadanía nos apoya. Cada día un montón de personas nos dicen, fuerza y hasta ‘gracias chiquillos, por estar cambiando Chile’. Eso motiva a cualquiera. Por otro lado, esta es una situación que tiene que cambiar porque no se justifica un modelo surgido en dictadura y que la ciudadanía no valida”, asegura Catherine.Pintada de payaso, Carolina asegura que su familia la apoya: “Mi mamá está ciento por ciento de acuerdo con el movimiento, sólo le tiene miedo a la represión y a que me peguen los Carabineros, pero yo sé que eso es porque ella vivió en dictadura y les tiene miedo. Mi hermana menor es secundaria y mucho de lo que hago acá es pensando en ella”.No justifican, pero comprenden a quienes ejercen actos violentos, coinciden en que se trata de una respuesta y no del problema. Que es la expresión de un malestar y que ello no ocurre en países con mejor calidad de vida y mayor equidad. Como éstas, son muchas las historias que constituyen el movimiento estudiantil. Los miles de jóvenes que han logrado un apoyo ciudadano histórico, llegando, además, a instalar la posibilidad de la gratuidad en la educación en Chile, un tema impensado hace algunos meses. Son las voces e historias detrás de la toma en la Universidad de Santiago, uno de los planteles que ha liderado las demandas por la recuperación de la educación pública en Chile.