Gracias a un proyecto Fondecyt , la académica de la Escuela de Psicología de la Universidad, Dra. María Inés Winkler, busca establecer las bases del papel ético y político que cumple la psicología comunitaria en Chile.
A diferencia de la psicología clínica, que se rige por códigos claros y establecidos en su acción ética, en psicología comunitaria aún no existen estos parámetros y el rol de los profesionales es difuso.Ante esta falta de directrices en la materia, la académica de la Escuela de Psicología de la U. de Santiago, Dra. María Inés Winkler, lidera el proyecto financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (Fondecyt) “Ética y política: ¿Dimensiones olvidadas en la Psicología Comunitaria hoy?"La investigadora explica que a diferencia de la psicología convencional, esta especialidad de la disciplina tiene un impacto social más importante, porque influye directamente en el trabajo de la comunidad. "En la psicología clínica los diagnósticos los elaboran los expertos, en cambio en la psicología comunitaria el diagnóstico lo elabora la propia comunidad", señala.Por lo mismo, ella y su equipo de trabajo, compuesto por Bárbara Olivares, María Isabel Reyes y Héctor Barroeta, indagan en un área que presumen olvidada de la psicología comunitaria. Durante tres años investigarán las formas en que se incluyen o se omiten las dimensiones éticas y políticas en los programas y proyectos comunitarios. Pretenden, de esta forma, obtener resultados que aporten a la creación de códigos deontológicos que hoy no existen, particularmente respecto de los derechos de usuarios y usuarias de programas comunitarios.La coinvestigadora Bárbara Olivares indica que este estudio tiene como antecedente el trabajo desarrollado durante diez años, el que, en síntesis, revela que "la psicología comunitaria tiene un rol difuso en el despliegue que puede hacer en información, investigación y, principalmente, en intervención".El proyecto, que se desarrollará en las regiones Metropolitana y de Valparaíso, se dividirá en tres etapas: el primer año se elaborará una cartografía que permita visualizar la cantidad de programas gubernamentales y no gubernamentales en las dos regiones a estudiar; la segunda etapa contempla el estudio de las dimensiones éticas y políticas en la formación de los profesionales; y una tercera etapa estará destinada a elaborar un condensado de los resultados. La Dra. Winkler recalca: "Queremos que esos insumos decanten en algo que, hasta el momento, hemos llamado "Decálogo de derechos de los usuarios de programas comunitarios”.Mediante este trabajo se pretende establecer los principios para la creación de códigos éticos que ordenen el ejercicio de la psicología comunitaria.Para el equipo de investigadoras, la tarea de los profesionales depende mucho del empoderamiento de la comunidad sobre su capacidad de decidir por sí misma.Por su parte, la coinvestigadora María Isabel Reyes explica que "el aporte que puede hacer la psicología comunitaria es mostrar una cara distinta de la psicología; una cara comprometida con los problemas psicosociales, con los problemas reales de la gente; y además, demostrar a la ciudadanía que es capaz de solucionar sus problemas, si se cuenta con los recursos".Asimismo, y en referencia al rol que debe cumplir esta disciplina, Bárbara Olivares afirma que “la psicología debería actuar para beneficiar a la sociedad. Y cuando la psicología actúa sin darse cuenta, y termina dañando, es un tremendo problema. Y estamos enfrentando un escenario más o menos parecido a eso".Finalmente, la Dra. Winkler plantea que la idea es "concientizar, servir como catalizador para que la gente pueda reconocer cuáles son sus poderes, sus espacios, puedan diagnosticar sus problemas, acceder a recursos, y solucionarlos". Por Jorge Rubio