¿Azúcar blanca, miel o endulzantes no calóricos? Mitos y verdades al momento de escogerlos

Columna de opinión de Marcela Zamorano Riquelme, académica del Departamento de Ciencia y Tecnología de los Alimentos de la Facultad Tecnológica.

La industria alimentaria ha creado diferentes tipos de alimentos a los que adiciona algún componente beneficioso, los que en muchas ocasiones se encuentran naturalmente en lo que consumimos, pero de alguna forma se le aumenta la concentración y actividad como manera de darles un “valor agregado”, pero también para obtener beneficios de ellos. 

En esta ocasión revisaremos los llamados endulzantes. Desde la clásica azúcar granulada, pasando por la miel, un alimento que presenta utilidades adicionales, y los, actualmente muy populares, endulzantes no calóricos, cuya gran característica es que no aportan calorías. 

En el caso de la azúcar blanca, es la forma más habitual y antigua con que se endulzan diferentes tipos de bebidas. Como nutriente aporta 4 kilocalorías por gramo, sin embargo, hoy en día es considerada un nutriente crítico debido a que no solo la consumimos en té o cafés, si no en muchos otros alimentos como son lácteos, galletas, bizcochos, golosinas, etcétera. Debido a esto la recomendación indica limitar su consumo a no más de 25 gramos por día, lo que equivale a 5 ó 6 cucharaditas de este producto.

Por su parte, la miel, un alimento natural, presenta alrededor de un 80% de azúcares, pero de una estructura diferente, haciéndola más dulce. Nos permite endulzar un café con una menor cantidad, en comparación con la azúcar blanca (en dulzor 1 cucharadita de miel equivale a 1 y media cucharadita de azúcar). Además, la miel, dependiendo de su origen, presenta otros componentes que han demostrado efectos antiinflamatorios, así como antioxidantes. Esto significa que su incorporación a la dieta contribuye a la prevención de enfermedades cardiovasculares y procesos inflamatorios e infecciosos.

Por último, los endulzantes no calóricos son compuestos químicos que poseen un alto poder endulzante sin aportar energía, permitiendo que puedan ser usados en pequeñas cantidades. Hay de diferentes tipos, desde extraídos de una planta como es la estevia, hasta moléculas químicamente parecidas al azúcar como es la sucralosa. Todos ellos son ampliamente utilizados por la industria para endulzar alimentos y bajar el aporte de calorías. 

Pero los últimos estudios han observado que a pesar de que su fin primario fue reducir las calorías diarias, como forma de contribuir a prevenir el sobrepeso y la obesidad, sin que tuvieran algún tipo de toxicidad descrita, su uso frecuente no ha tenido el efecto esperado de disminuir el peso de las personas. Por el contrario, el consumo prolongado ha ocasionado un aumento de la sensación de “dulzor”, haciendo que las personas “necesiten” alimentos dulces. Igualmente, algunos estudios indican que podrían producir cambios en la microbiota natural que se encuentra en nuestro intestino. 

Todo lo anterior nos hace preguntarnos ¿qué es lo más sano y saludable para endulzar nuestras bebidas? Una respuesta rápida sin duda sería que la miel es la mejor opción, principalmente por sus beneficios adicionales, además, que, al ocupar una menor cantidad, optimizamos su uso. 

Sin embargo, la tradicional azúcar no es una mala opción si la utilizamos en una cantidad pequeña y limitamos los otros alimentos que la contienen. 

Mientras que los endulzantes no calóricos son una alternativa, siempre y cuando se considere que estos no “producirán” una baja de peso si no se acompaña de una dieta balanceada y equilibrada. 

Finalmente, cabe recalcar que todos los alimentos deben ser consumidos en su cantidad justa y aquellos que tengan beneficios, deben ser incorporados en forma habitual y razonable, de manera que el organismo reciba estos componentes bioactivos y ejerzan su actividad en algún sistema del cuerpo, previniendo, en algunos casos, ciertas patologías o ayudando a la mejora de un sistema.

Por ejemplo, si endulzáramos con una cucharadita de miel y nos acostumbramos al dulzor que produce, no necesitaríamos “alimentos dulces” y estaremos cumpliendo con la recomendación diaria de azúcares (25 g por día) de la OMS.

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