A sus 23 años, Alondra Bunster Nogues ha transitado por diversas realidades. Nacida en San José de Maipo debió trasladarse más de 1.200 kilómetros junto a su familia hasta el archipiélago de Chiloé, específicamente a la comuna de Queilen cuando apenas tenía tres años. En esta localidad su padre cumplió labores como médico general de zona, donde se mantuvo por seis años.
De regreso en Santiago, a los 12 años conoció a unos vecinos particulares: la Tercera Compañía de San José de Maipo. Allí, mirando con curiosidad desde la ventana de su dormitorio conoció los carros, cascos y pitones.
Hoy, la estudiante de cuarto año de Medicina de la Usach forma parte del cuerpo de voluntarias/os de otra bomba, la Novena Compañía de Puente Alto, donde también cumplió labores como ayudante general en el Departamento Médico en 2022. Tras el inicio de los incendios forestales de la zona centro sur de nuestro país, más precisamente en Quillón, en la provincia de Diguillín, región de Ñuble, debió trasladarse a combatir las llamas en medio de un incesante clima.
— ¿Cómo fue tu acercamiento a Bomberos?
-Las Compañías tienen grupos especiales para niñas/os donde se acercan y manifiestan que quieren ser voluntarias/os. Ahí una/uno puede inscribirse para aprender acerca de la cultura bomberil, porque es todo un mundo lleno de tradiciones y jerarquización, pero sin salir a emergencias. En general participan hijas/os de bomberos, pero está abierto a toda la comunidad. En eso estuve desde los 12 hasta los 17 años. Por un tiempo me cambié de Compañía para conocer otras realidades, pero regresé y a los 18 años comencé mi proceso de postulación para ser bombera”.
— Tus padres no tienen vínculos con la institución, ¿cómo se tomaron tu interés en este mundo?
-Implicó varias cosas. En Santiago siempre he vivido en el Cajón del Maipo, entonces mis papás me trasladaban a todos lados porque el transporte es complicado. Cuando me cambié de Compañía, estaba en Las Condes; tenía 16 años y ahí empecé a cruzar sola la ciudad. También me empecé a quedar en la Bomba. Ahí generé los primeros roces con ellos porque el tiempo que le dedicaba a la Brigada era mucho y tenía que preparar la PSU”.
— Pero lograste entrar a la Universidad. ¿Cómo ha sido compatibilizar ambas cosas?
-Primero entré a Bachillerato. Me gustó mucho y creo que fue la mejor transición a la Universidad que pude tener. Ahí conocí la historia y la cultura de la Usach. Eso sí, el primer año tuve que retirarme de Bomberos. No estaba rindiendo en los estudios y solo después de un año académico más exitoso mis papás me dejaron volver. Ahora todo ha sido más tranquilo: el año pasado estuve 147 noches durmiendo en la Bomba y he logrado un equilibrio donde ya no tengo ningún problema en ese aspecto. Además en la Compañía me tienen un escritorio y me encierro en la guardia a estudiar, porque en general siempre tengo el dormitorio para mi ya que tenemos espacio separado con los hombres. Me dan todas las facilidades para hacer ambas cosas”.
— Recientemente estuviste en los incendios forestales de la zona centro-sur, ¿cómo sentiste esta experiencia?
-Fui en la primera delegación que se trasladó desde la Región Metropolitana hasta Quillón. En estas situaciones la gente demuestra mucho cariño. Nuestra caravana iba con decenas de carros, buses con voluntarias/os y por toda la carretera vimos una gran cantidad de personas que nos aplaudían. Eran muchas las muestras de cariño por parte de la comunidad, nunca había sentido eso. Eso sí, el ambiente era horrible: era como si hubiera neblina todo el día. Y en mi perspectiva como estudiante del área de la salud veía cómo las/os adultos mayores caminaban en ese ambiente, muchos resignados y sin mascarillas .
— ¿Y cuál era la principal urgencia en este lugar?
-El trabajo estuvo enfocado en la protección de viviendas. Las condiciones eran muy complejas: lo más difícil fue trabajar en un terreno distinto, con otro tipo de vegetación, y como estábamos pasando por una ola de calor nos manteníamos a las cuatro de la tarde con temperaturas superiores a los 40 grados de calor. Ahora, en el lugar tristemente hay muchas personas preparadas para este tipo de catástrofes: los vecinos tenían estanques de mil litros, motobombas e incluso en algunas casas tenían mangueras, pitones, herramientas forestales y hacían cortafuegos. Eso fue determinante en el control de los incendios por la magnitud que tenían.
— Luego de todos estos años como voluntaria, ¿cuál ha sido el legado más importante que te ha entregado Bomberos?
-Creo que han sido las ganas de estudiar Medicina. Eso no vino de mi papá, de hecho toda su vida me dijo que no lo estudiara y siendo más chica yo tampoco quería, pero tuve mis años en Bachillerato para pensarlo y también comencé a tener experiencias en Bomberos relacionadas a accidentes. Y si bien me gusta el trabajo que hacemos de manera prehospitalaria, una de las razones por las que quise entrar a esta carrera fue porque a veces teníamos a un paciente en la ambulancia, lo dejábamos en la entrada de la urgencia y eso era todo: ahí supe que también quería recibirlo.
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Tras conocer la cultura bomberil a temprana edad, la estudiante de la Facultad de Ciencias Médicas aprendió sobre la marcha a compatibilizar su voluntariado con la vida estudiantil y las exigencias que ambas responsabilidades requieren. En esta conversación, Alondra profundiza en su experiencia combatiendo los siniestros en la temporada estival.
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