Pablo Lacoste afirma que esta decisión no es consistente con la historia, pues el pisco no existiría hoy de no ser por la participación de productores del sur del Perú y del norte de Chile.
“Creo que se ha cometido un error. Esta decisión no es consistente con la historia”. Así de categórico es el investigador del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA), de la Universidad de Santiago de Chile, Pablo Lacoste, quien rechaza la decisión de la Unión Europea de registrar al pisco como un producto de origen peruano.El académico se basa en la investigación que está llevando a cabo en la U. de Santiago sobre denominaciones de origen, en general. Según dicho proyecto, “Chile tiene tanto o más derecho que Perú para reivindicar la denominación de origen del pisco”, plantea Lacoste.Según Lacoste, el argumento peruano se basa en que el pisco es un aguardiente originario de Perú, y debe su nombre al puerto de Pisco. Era el producto que se consumía en Potosí, principal mercado de América del Sur. “Eso es correcto –plantea Lacoste - pero el producto con ese nombre, destinado a ese mercado, se elaboraba en un área mayor, formada por el sur del Perú y el norte de Chile, incluyendo el espacio comprendido entre Copiapó y los valles del Elqui y Limarí”.El académico de la U. de Santiago dice que en la investigación que están llevando adelante, han logrado reconstruir la ruta del aguardiente que llegaba hasta Potosí, proveniente de La Serena, “parte en barco, parte en mula”.Pero hay más, dice Pablo Lacoste, “la historiografía peruana sostiene que, como prueba de la antigüedad de su industria, tienen registros de alambiques (artefacto indispensable para la destilación del aguardiante) desde 1823. Pues bien, nosotros ya hemos detectado, para el Reino de Chile, un alambique en 1586, trece en el siglo XVII y varias decenas en el XVIII. En otras palabras, Chile tiene alambiques 250 años antes que Perú”.La continuidad estuvo en juego y Chile, la salvóSegún el historiador y especialista en vinos, Pablo Lacoste, hay que sumar otro elemento, que tiene que ver con la continuidad de la industria. El investigador plantea que en la segunda mitad del siglo XVIII, Perú comenzó a abandonar la producción de pisco, “debido a la introducción de azúcar de caña y aguardiente de ese producto, con menores costos que el pisco. También abandonó la industria vitivinícola para pasarse al ‘oro blanco’ (algodón) a partir de la primera revolución industrial, por la demanda inglesa”.En ese contexto, asegura Lacoste, Chile siguió produciendo el destilado y mantuvo viva la industria. “El pisco no existiría hoy de no ser por el concurso de los dos socios: los productores del sur del Perú y del norte de Chile. Entre ambos hicieron posible que esta industria se sostuviera viva durante más de 400 años. Y de no ser por Chile, se hubiera diluido el pisco, y hubiera perdido su identidad como denominación de origen”.Por lo mismo y asumiendo que las autoridades de la Unión Europea “han considerado los argumentos de la historiografía peruana, no así los de la historiografía chilena”, interpela al Gobierno de Chile, a través del Ministerio de Relaciones Exteriores, a “convocar a los historiadores especializados en este tema para elaborar la apelación correspondiente, a partir de argumentos históricos debidamente documentados”.“De esta manera se va a defender una industria que se apoya en 10.000 hectáreas de viñas de variedades escogidas, cultivadas por tres mil pequeños viticultores, que tiene una tradición de casi medio milenio, y constituye la principal denominación de origen de Chile”, concluye Pablo Lacoste.