El recinto se construyó como residencia de la familia Larraín, pero en la década del 30 se convirtió en el lugar más importante del país y centro de reunión de la aristocracia santiaguina.
La nueva película de Maite Alberdi, “El lugar de la otra”, protagonizada por Elisa Zulueta y Francisca Lewin, revive uno de los recintos más emblemáticos de la bohemia santiaguina de principios del siglo XX: el Hotel Crillón.
La historia, una de las más vistas en Netflix, se ambienta en 1955 cuando la escritora María Carolina Geel asesina a balazos a su amante en pleno salón de té del recinto. El hecho llama la atención a la actuaria Mercedes (Zulueta) quien a partir del crimen comienza a cuestionarse su propia vida y decide vivir la vida de la acusada.
Una historia cautivante que de inmediato llamó la atención de la audiencia, entre otras cosas, por mostrar cómo vivían las clases sociales de esos años, especialmente aquellas que visitaban las dependencias del Crillón.
REVOLUCIONARIO
A comienzos del siglo XX, nuestro país ya tenía una economía fuertemente basada en la minería. Comenzaba la crisis del salitre y el auge del cobre, por lo que Chile se transformó en visita obligada de empresarios y personalidades que llegaban en barco a Valparaíso, pero que no contaban con un hotel “a la altura” para recibirlos, por lo que debían alojar en las mansiones de las familias más acomodadas. Fue en ese contexto donde ve la luz el Hotel Crillón, considerado como el primer cinco estrellas del país.
El edificio fue construido entre 1917 y 1919, y en su primera etapa fue residencia de la familia Larraín García Moreno. Eso hasta 1932, cuando se decidió su nueva función. Ese año, Ana García Moreno, viuda de Larraín, vendió la casa de 8 mil metros cuadrados, ubicada en la esquina de Agustinas con Ahumada (donde ahora funciona una sucursal de la tienda Ripley), a Adriana Cousiño Goyenechea en 3,8 millones de pesos de entonces. La familia Cousiño convirtió la residencia en un hotel de lujo y lugar de entretención de la aristocracia santiaguina amante de la bohemia.
PURO LUJO
El edificio de cinco pisos fue ideado por los arquitectos Alberto Siegel y Augusto Geiger, y entre sus instalaciones contaba con mármoles, finas alfombras, lámparas de cristal, pesados cortinajes, esculturas y muebles de caoba traídos de Europa. Por un breve tiempo se llamó "Hotel Savoy", pero a poco andar se rebautizó como Hotel Crillón, emulando al que había en París.
Su salón de té podía reunir en un día a 600 personas, y su bar era el punto de encuentro indiscutido de políticos y hombres de negocios. El restaurante era un lujo para la época. Faisán o venado eran parte de las exquisiteces que ofrecía su cocina.
Entre sus anécdotas cuenta que, en 1935, el escritor Joaquín Edwards Bello se inspiró en este hotel para escribir "La chica del Crillón", que trata de la vida de Teresa Iturrigorriaga, una supuesta mujer de sociedad empobrecida que frecuentaba el hotel para rodearse por un momento de lo “más selecto” de la sociedad chilena.
LA DURA COMPETENCIA
La aparición del Hotel Carrera, ubicado en la esquina de Teatinos con Agustinas, en la década del cuarenta, dividió el “carrete” santiaguino y le quitó exclusividad al Crillón, que hasta ese momento había recibido a personalidades como el expresidente de Estados Unidos, Dwight Eisenhower, y los reconocidos actores Mario Moreno "Cantinflas" y Clark Gable.
Corrían los años 60 y los empresarios Fernando y Pablo Sahli, junto a su madre, Berta Natermann, adquirieron la operación del hotel. Para darle un nuevo respiro al recinto y enfrentar a la competencia, los Sahli realizaron desfiles de moda, fiestas de matrimonio, un restaurante con música de piano en vivo y la elección del Miss Mundo Chile fueron parte del esfuerzo que se mantuvo hasta 1977, año en que cerró sus puertas definitivamente, transformándose en la galería comercial que funciona hasta hoy.