El investigador del Departamento de Filosofía Hernán Neira, viene hace un tiempo trabajando el tema del suicidio, acción humana de alta complejidad para la sociedad y que puede ser abordada desde diferentes perspectivas. Este trabajo ha contado con financiamiento de la Dirección de Investigación Científica y Tecnológica de la Universidad de Santiago de Chile.En este sentido, el académico abrió una ventana en el Coloquio “Políticas del Suicidio” realizado recientemente en nuestra universidad y en donde participaron destacados expertos en el tema, poniendo sobre la mesa de la discusión la expresión “Ecocidio”. El término fue acuñado por el biólogo Arthur Galston en la Washington Conference on War and National Reponsibility; y usado posteriormente por el ex Primer Ministro de Suecia, Olof Palme, en la Conferencia de Naciones Unidas Sobre el Medio Ambiente, celebrada en Estocolmo, en junio 1972, cuando reprochó a Estados Unidos, el uso de los productos químicos defoliadores durante la guerra de Vietnam, así como el napalm contra bosques y población.Esto explica las iniciativas que se han levantado a nivel mundial para convertir el ecocidio en uno de los cinco "crímenes contra la paz internacional” junto a los de guerra, genocidio y a los crímenes contra la humanidad y los crímenes de agresión.La etimología de la palabra Ecocidio proviene del griego Oiκο (Eco) que significa casa, morada o ámbito vital; y de Cidio, del latin Cidĭum, de la raíz de caedĕre, matar, que en este caso es el ejercicio de matar; y al analizarla en conjunto, significa acción de matar el ámbito vital o acción de matar al medio ambiente.Pero, ¿Qué es el ecocidio y cómo se explica?El profesor Neira nos manifiesta que es una forma de suicidio o puede ser una forma de suicidio, cuando la acción ecocida repercute en la muerte de quienes han ejercido esa misma acción. “Una acción ecocida tiene varios componentes, por supuesto una destrucción masiva del entorno que va más allá de las fronteras nacionales en la mayoría de los casos, cuyas consecuencias perduran más allá de una generación no solamente humana sino de todos los seres vivos, suele poner en tensión a la justicia porque hay intereses muy grandes alrededor de ella, pero una acción ecocida puede tener por repercusión la muerte de un número importante de personas incluyendo a quien ha ejercido esa acción, por lo tanto uno puede suponer que es una forma de suicidio también”.No todo ecocidio es suicidio, hay ecocidios que son de carácter homicida cuando mueren terceros, pero también los hay que son de carácter suicida y en muchos casos, ya sea por una acción claramente identificable o por acumulación de miles de acciones, como por ejemplo, la contaminación atmosférica, donde cada automóvil y cada persona que lo usa, contribuye mínimamente a la destrucción del entorno que le permite vivir, por lo que tiene una repercusión en sí mismo, lo que es muy difícil de medir y la repercusión es mínima, pero sumadas genera una acción de esa índole.“El hecho que el ecocidio surja en el campo de la teoría de la guerra es muy importante porque muestra una dimensión que es comparable con grandes guerras a nivel mundial. De hecho, el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, que fue aprobado si no me equivoco el año 1988, se refiere a la destrucción masiva del medioambiente como un instrumento de guerra y lo considera crimen internacional si no está relacionada directamente con la ventaja militar, pero ese es uno de los problemas del Estatuto que solamente mira el ecocidio desde el punto de vista de la teoría de la guerra y en caso de guerra, pero no hay en la jurisprudencia internacional una tipificación como crimen en tiempos de paz, aun cuando haya un movimiento internacional para que si sea caracterizado. Es curioso que solo sea tipificado en tiempos de guerra pero no en tiempos de paz y hoy en día, desde que Olof Palme lo mencionó han pasado 40 años y la capacidad técnica del ser humano es tal, que el daño ambiental es mucho más grande que en aquella época y comparable con una gran guerra” nos acota el Dr. Neira.El ecocidio produce daños equivalentes a los de un conflicto armado y esto se comprueba por ejemplo, en Francia, donde mueren 48 mil personas por año producto de la contaminación ambiental “Son cifras del Ministerio de Salud francés, por tanto, un ecocidio es comparable con los daños de una guerra, las proporciones son relativamente semejantes, solo que es suave, es una guerra suave e invisible, por lo tanto no la vemos” nos comenta el investigador.Aquí vemos una forma de conexión entre una forma de suicidio y la política o en este caso la inacción política, por eso el suicidio, si se analiza desde distintos puntos de vista, es de una complejidad enorme y abarca un campo importante de la vida humana y social, no solo de la vida individual, no es solamente un fenómeno individual.Cuando se habla de ecocidio, estamos hablando de dimensiones muy superiores, tanto por su permanencia en el tiempo, como la extensión en el área geográfica “Pero también se suman los intereses que están puestos en juego, muy superiores a un crimen ambiental común. Además, sus efectos suelen durar más de una generación. La dimensión del ecocidio es equivalente a un daño que puede producir una guerra, o puede ser incluso, un instrumento de guerra porque la destrucción del entorno de un país es un medio para doblegar al enemigo. Ahora bien, la guerra ha caído en el campo de la filosofía política, de la filosofía de la acción y de la ética desde el comienzo de la filosofía misma. En el ecocidio se reúne una reflexión que vincula textos clásicos de filosofía, como Las Leyes, de Platón, a otros más contemporáneos, como El Principio de Responsabilidad, de Jonas, y la reflexión contemporánea sobre el darse muerte voluntario de Jean Améry y la reflexión sobre la tecno-ciencia. Con ello se hace posible también una meditación interdisciplinaria que relaciona la filosofía con las ciencias políticas, el derecho y con la teoría de la tecnología”.Finalmente el profesor Neira, ante la duda de que si todo daño al medio ambiente sea un ecocidio, plantea que este último es de una magnitud muy superior a la de un crimen ambiental común. Un ecocidio afecta a la humanidad entera y es un crimen de lesa humanidad. La filosofía debe contribuir a pensarlo y definirlo".
Más en Usach al Día
“Una acción ecocida tiene varios componentes, por supuesto, una destrucción masiva del entorno que va más allá de las fronteras nacionales en la mayoría de los casos, cuyas consecuencias perduran por más de una generación no solamente humana, sino de todos los seres vivos”, explica el investigador del Departamento de Filosofía, quien estudia el tema del suicidio desde distintos enfoques. El director del magíster en Filosofía Política detalla que una acción ecocida puede tener como repercusión la muerte de un número importante de personas, incluyendo a quien la ha ejercido, por lo tanto es dable suponer que es una forma de suicidio. “Pero también se suman los intereses que están puestos en juego, muy superiores a un crimen ambiental común. Además, sus efectos suelen durar más de una generación”, puntualiza.