El Dr. Juan Escrig Murúa lleva más de 20 años ligado a la Universidad de Santiago donde ha cumplido diversos roles: estudiante de pregrado, de doctorado, postdoctorado, profesor asistente, profesor asociado, profesor titular, vicedecano de investigación y postgrado, y hoy decano de la Facultad de Ciencia. Tal vez por eso también es su estrecho vínculo con los estudiantes, muchos de ellos que llegan ilusionados y motivados a los laboratorios que él dirige en Cedenna.
Junto a una taza de té y en su oficina hablamos con el investigador más que con la autoridad, repasando parte de su trayectoria académica y profesional que no está exenta de anécdotas. Vivió parte de su niñez en Canarias; estudió en siete colegios; le encantaba la medicina, pero se desencantó al darse cuenta que ver sangre no era lo suyo; en plena adolescencia conoció Internet y se enamoró de la computación; le presentaron la Astronomía y alucinó con descubrir sus misterios, pero sería la Física la que crearía el nexo indisoluble con la Usach. Aquí se tituló como Licenciado en Física Aplicada y Doctor en Ciencia con mención en Física.
Sus estudios en el área del nanomagnetismo comenzaron con la interacción dipolar entre sistemas magnéticos micro y nanométricos. En el Instituto Max Planck de Física de Microestructuras (Alemania) se dedicó a investigar los procesos de reversión de la magnetización y curvas de histéresis de nanohilos y nanotubos magnéticos, desarrollando métodos teóricos nuevos, los cuales son utilizados por varios grupos en el mundo.
Actualmente, el Dr. Escrig lidera el Laboratorio de Nanomagnetismo, que cuenta con equipamiento único en Chile. Su trabajo de investigación le ha permitido publicar más de 130 artículos WoS que han recibido casi 3.000 citaciones. Ha presentado 5 solicitudes de patente, ha supervisado 8 posdoctorados y ha formado a 8 estudiantes de postgrado.
Hoy una de sus tantas dedicaciones, además de todo el trabajo que realiza como decano de la Facultad de Ciencia y como académico, es un proyecto Fondecyt donde estudia los skyrmions, pequeñas texturas magnéticas. Nos explica: “Queremos avanzar con pequeños imanes que forman vórtices, algo así como estos grandes tornados de nubes, pero nanoscópicos. La gracia de los skyrmions es que en la práctica son muy estables. Este tipo de textura podría mejorar y acelerar los procesos computacionales, primero porque consumen menos energía para que el computador funcione, pero además podría hacerlo mucho más veloz, ya que permitiría juntar los dos tipos memorias existentes en el computador, sin ir de una a otra”.
-Profesor, si bien ya hay computadores veloces hacia donde apunta el horizonte de su investigación…
- En la práctica quisiéramos avanzar hacia la computación neuromórfica que es acercarnos hacia emular un cerebro humano en un computador. Hoy en día existen programas con funciones similares a las que realiza nuestro cerebro, por ejemplo el reconocimiento facial, pero el problema es el consumo energético del computador en comparación al que nosotros realizamos. Es cierto que hay súper máquinas capaces de calcular infinitas cosas, pero requieren la energía de una ciudad para funcionar. Nosotros apuntamos a que solo necesiten de la energía de una manzana para ello. En este proyecto estamos trabajando con el profesor Juliano Dernardin y un exalumno y académico de la Universidad Central, Juan Luis Palma, además de estudiantes de pregrado de la Usach.
-Dr. Escrig, usted es un investigador que tiene un importante número de publicaciones y patentes. ¿Cómo ve este proceso en nuestro país y las horas que se dedican a ello?
Hay que entender que la investigación en Chile es relativamente joven si se compara con países desarrollados. Hay programas de financiamiento que son muy individuales y no ayudan a generar redes de colaboración; por lo tanto, es importante fortalecer los proyectos asociativos. Los que realizamos investigación en cualquier universidad chilena debemos también realizar docencia y nos evalúan además por realizar vinculación con el medio y administración, sino no podemos avanzar en la jerarquía académica; por lo tanto, el tiempo que podemos dedicar a la investigación es bajo.
Comprendiendo el desafío que implica generar una publicación científica en Chile, varias universidades han incorporado mecanismos de incentivo a la publicación. Sin embargo, esto no es suficiente ya que como país nos estamos quedando en ello y no avanzamos hacia la innovación y el emprendimiento que pueda surgir a partir de esa investigación. ¿Por qué un académico debiera patentar y no simplemente publicar, si los incentivos están centrados en esto último? Evidentemente, uno no nace patentando, tenemos que aprender y apoyarnos en una red de soporte. Y si logramos patentar, ¿qué hacemos con esa patente? Hay que generar una spin off, una empresa, fabricar y vender el producto, pero ¿es el propio investigador quién debe hacer todo eso?, ¿el mismo que solo puede tener una participación menor de dicha empresa?. Las universidades han ido avanzando, han creado las OTL (oficinas de transferencia y licenciamiento) y la Usach es muy fuerte en eso. De hecho, es de las que más solicitudes de patente presentan, pero patentar es solo el paso intermedio y aún hay mucho camino por recorrer.
-¿Y la experiencia internacional, qué nos dice?
-Estando inmersos en el Consorcio Ciencia 2030 nos tocó visitar varias universidades en Estados Unidos y Europa. Observamos que allá, si un académico patenta algo interesante, puede acceder incluso a un permiso con goce de sueldo para que crear su empresa y vender sus productos. Por supuesto, previamente se debe negociar con la Universidad cuál será el porcentaje que recibirá esta última. A esa empresa, obviamente, le puede ir bien o mal, pero basta que una entre varias funcione para mantener el sistema girando. En nuestro país creo que hay muchas cosas que hay que revisar. A medida que vamos avanzando nos damos cuenta que hay normativas que van quedando obsoletas. Debo reconocer que en este caso, los estudiantes tienen menos restricciones para emprender y en la Usach justamente hay varios programas de apoyo que los incentivan con ese fin.
-Usted ha cumplido diversos roles en la Usach, ¿recomienda al investigador también aportar en la docencia?
- Una de las cosas más motivantes que tiene el trabajo científico es que es un trabajo riguroso, pero a la vez creativo, por lo tanto, uno termina trabajando en lo que uno quiera. La investigación es mi principal motivación. Yo invito al estudiantado a realizar investigación. Me encanta la interacción con ellas y ellos. La relación profesor – estudiante es maravillosa, porque aquí las y los estudiantes son muy curiosos y además de querer aprender están muy atentos a lo que está ocurriendo en su entorno. Por ello, uno tiene que también entrar en esa sintonía. En la Usach se da una relación que no se da en otras instituciones. Es sumamente importante que el conocimiento de vanguardia se entregue a las y los jóvenes. Todo lo que puedas aportar con tu investigación enriquece muchísimo las clases sumado a la conversación diaria. Es cierto que uno prepara una cierta materia a pasar, pero las y los estudiantes llegan con preguntas de lo que ocurrió ayer. Si haces investigación, estás leyendo artículos científicos y asistiendo a conferencias, tienes una bolsa de conocimiento y experiencia que te da un fuerte respaldo. Por ende, es muy importante que los que hacemos investigación entreguemos ese conocimiento no solo a estudiantes de los últimos años, sino también a los que están iniciando la carrera.
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Dedicado actualmente a un proyecto Fondecyt en que estudia los skyrmions, pequeñas texturas magnéticas que permitirían mejorar y acelerar los procesos computacionales, el actual decano de la Facultad de Ciencia, nos habla desde el rol de investigador y académico sobre su trayectoria y el aporte de la docencia a las nuevas generaciones.
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