El investigador del Departamento de Historia de la Universidad, Dr. Mario Garcés, estudia las razones por las cuales el rol movilizador de los movimientos populares surgidos en el período 1986-1994, no logró proyectarse en el ámbito político.
¿Qué ocurrió con la influencia de los movimientos sociales populares entre los años 1986 y 1994? Es precisamente lo que el Dr. Mario Garcés, académico del Departamento de Historia de la U. de Santiago de Chile, busca dilucidar en su proyecto Fondecyt Regular.En el estudio “Las críticas relaciones entre lo social y lo político en la historia de Chile reciente. Los movimientos sociales en la transición a la democracia 1986-1944”, el investigador analizará las complejas relaciones entre lo político y lo social, y el impacto que produce una variable sobre la otra.El proyecto se ejecutará durante tres años y tendrá como coinvestigador al Dr. Augusto Samaniego, Decano de la Facultad de Humanidades. A través de este trabajo, buscarán dilucidar las particularidades en la cultura del pueblo chileno, que tiene la capacidad de movilizarse y posicionar demandas en el escenario local, pero que no forma parte necesariamente de la resolución de la problemática planteada.Con respecto a ello, el Dr. Garcés señala que “son complejas y ambiguas las relaciones. Van y vienen, sobre todo en la etapa de transición, porque fue muy complicada, en el sentido de que los movimientos son los que inician la desestabilización de la dictadura a partir de las protestas del ‘83, ‘84 y ‘86. Pero no logran proyectarse políticamente y son los partidos políticos los que hacen la tarea en el Estado. A partir de esto, en la transición, los movimientos son ignorados, subordinados, puestos en segundo plano, y resurgen recién hacia los años 2000”.El enfoque de esta investigación está puesto en dos actores: el pueblo mapuche y los sectores populares. “El mundo poblacional y el mundo mapuche son muy relevantes en esta época, y en la transición los pobladores pasaron a un segundo plano manifiesto, pero los mapuche no. Tuvieron una presencia que fue creciendo, y lograron mantenerla. Por otra parte, los estudiantes recién emergen el 2002, el 2006 y consolidan su presencia el 2011.Para el investigador, hay que tener en cuenta los méritos de estos movimientos, así como sus límites. Y no sólo con respecto a ellos, sino también en relación a los modos en que ello marca a la democracia, que debe incluir a los actores sociales en los procesos de democratización. Se plantea una mirada crítica a la gobernabilidad, en el sentido de la necesidad de una interacción explícita entre lo social y lo político, para que las demandas sociales no pasen a un plano secundario.“Lo que esperamos de este proyecto es ganar en autoconciencia, queremos saber más de nosotros mismos. Creo que en el caso chileno, el saber más sobre sí mismo es siempre una tarea pendiente, porque si el pueblo está ausente y las mayorías no cuentan en la política, se repite la historia. Los temas de la democracia en el país han sido históricamente una pregunta sobre la participación popular y política. De esta forma, el aporte que podemos hacer es colocar elementos que permitan discernir, discutir y reflexionar más sobre los efectos políticos de la acción de los movimientos”, asevera el académico.En cuanto a las etapas del proyecto, el primer año será de recuperación documental para lograr la imagen de las movilizaciones sociales de los años ‘80, recurriendo a las fuentes documentales (prensa oficial y de los partidos políticos, archivos de ONGs, archivos de organizaciones mapuche, etc.).En el segundo año, se indagará en torno a los procesos de negociación entre los movimientos sociales, los partidos de la Concertación y el Estado, a través la revisión de prensa, archivos ministeriales, debate parlamentario, etc. Finalmente, en el tercer año, a través de los métodos de la historia oral, se buscará identificar “nudos” de la memoria del “malestar social” tanto entre pobladores como mapuche, buscando elaborar un “balance social” de la transición.