La historia de Chile no se enseña a través de la gestión que el Estado y los ciudadanos han tenido sobre la energía, ni sobre el agua. Por ejemplo son pocos los chilenos que en las clases del colegio supieron de la Gran Sequía de 1968-69 y de los estragos que causó al país donde la fuerza pública tuvo que intervenir en varias comunas para restaurar el orden y donde debutó el cambio horario invierno-verano. Esta misma visión con reducido alcance en el eje del tiempo tal vez no permite mirar un entramado más complejo, donde las soluciones tecnológicas que se plantean ante la actual sequía se debaten principalmente entre una Carretera Hídrica y Mega Desaladoras de Agua de Mar. Sin perjuicio de la rentabilidad de ambas iniciativas las cuales para su éxito demandan gran cantidad de energía, tanto para bombear agua fresca desde el sur de Chile como para retirar la sal del agua marina respectivamente, existen siete actitudes poco apropiadas que coloquialmente he denominado como pecados.
Primer pecado: culpar al cambio climático
La zona centro-sur de nuestro país por su localización geográfica siempre está expuesta a sequías, las cuales con distinta duración, intensidad y frecuencia se han registrado a lo largo de toda nuestra historia. Éstas tienen diferentes causas tales como La Niña y la Variación Decadal del Hemisfero Norte, fenómenos planetarios que afectan el régimen de lluvias en Chile, los cuales actuando por sí solos o combinados provocan un déficit de precipitación (sequía meteorológica) que puede llevar a disminución de los volúmenes de los cuerpos de agua tales como ríos y embalses (sequía hidrológica) y, a su vez, a una escasez del recurso hídrico para el rubro agropecuario (sequía agrícola).
Por lo tanto, las sequías son tan nuestras como los terremotos o las inundaciones y pueden ser mera consecuencia de la variabilidad climática y no necesariamente del actual cambio climático que enfrenta la humanidad. Probablemente la actual sequía que afecta a gran parte de nuestro territorio esté agravada por el cambio climático, pero en esta ocasión no existen argumentos estadísticos para asegurar que él es el culpable.
En efecto, en los medios de comunicación chilenos se ha instaurado la idea de atribuir al cambio climático cualquier cosa rara que ocurra con precipitaciones y temperaturas, tal como en las novelas policiales se culpa al mayordomo de cualquier crimen.
Segundo pecado: subestimación de cambios abruptos
La comunidad científica, política y empresarial chilena concentra su preocupación en los cambios climáticos graduales en desmedro de los abruptos.
Los primeros tal como su nombre lo indica, comienzan a manifestarse de manera paulatina, dando holgura para encararlos de manera apropiada. Sin embargo los abruptos ocurren tan de repente que no hay mucho margen de reacción, ni para amortiguar los daños, ni para potenciar los beneficios.
Estos cambios abruptos ocurren no porque las causas sean repentinas; sino porque siendo ellas graduales, empujan variables ambientales a que superen determinados umbrales provocando toda una perturbación brusca en el sistema océano-atmósfera de alguna región en menos de media década. Un cambio de este tipo se registró hace 13 mil años en América del Norte cuando los graduales deshielos continentales elevaron el nivel del gigantesco lago Agassiz por sobre las colinas que lo confinaban, haciéndolo desbordar de manera abrupta y causando una alteración climática repentina en el Atlántico. Ante esto Chile debe disponer de un sistema inteligente de vigilancia de geografía física y así anticiparse a estos cambios abruptos.
Si ese cambio es positivo, habrá más oportunidades para aprovecharlo y si es negativo se podrá amortiguar de mejor manera. Cuando los cambios son abruptos, repentinos, súbitos; la inmediatez entorpece la acción. Por lo tanto, la tecnología debe asumir el adjetivo abrupto como protagonista en su desarrollo.
Tercer pecado: singularización
El clima no es único en el planeta y tampoco en Chile que con su “loca geografía” tiene una veintena de climas. De hecho en el norte de nuestro país podemos diferenciar al menos tres tipos de climas de desierto: Desierto Costero, Desierto Interior y Desierto de Altura; todos ellos con marcadas diferencias perceptibles por cualquier persona. Ahora, puesto que el cambio es un fenómeno universal e inexorable, todos estos climas pueden cambiar y por eso no es solo pertinente y necesario hablar en plural; sino estar preparados para los diferentes cambios que enfrentarán los diferentes climas de este único país que llamamos Chile.
Cuarto pecado: autorreferencia
En Chile se están proponiendo soluciones a problemas futuros con tecnologías actuales, sin considerar el acelerado desarrollo de éstas. Tal vez se deban reorientar esfuerzos a considerar que las generaciones futuras por quienes ahora existe preocupación, dispondrán de mayor tecnología (tal vez muy superior a la actual) para encarar adversidades venideras.
Por otra parte, se debe estar atento y no suponer que nuestros descendientes tendrán los mismos valores y gustos que los actuales; quizás tengan otros distintos y los chilenos actuales están despilfarrando recursos por heredarles algo que hoy es importante y quizás para esos otros no lo sea en la misma magnitud. En este escenario autorreferente es probable que las generaciones venideras se compadezcan en un futuro de las actuales, al constatar que sacrifican ahora parte del presente para heredarles algo que ellos no valorarán.
Quinto pecado: olvidar a los ganadores
Como en todo ambiente diverso los cambios generan pérdidas, pero también pueden dejar ganancias. Por lo tanto, no es adecuada una visión cuasi apocalíptica de los cambios climáticos, pues muchas alteraciones ambientales pueden ser una oportunidad para desarrollar nuevos negocios en su más amplio sentido. Refrigerantes en zonas donde predominará el calor y cultivos xeromórfitos en regiones más áridas, son iniciativas que pueden ser rentables sin considerar a los ganadores pasivos que, por ejemplo, dispondrán de más holgura para la explotación minera gracias al retiro de glaciares.
Sexto pecado: déficit atencional
Ahora el Calentamiento Global está de moda y siendo intelectualmente snob, se corre el riesgo de subestimar otros grandes problemas ambientales actuales tales como las Invasiones Biológicas. En efecto, en virtud a los acuerdos comerciales y al avance del transporte, un bicho terrestre como ejemplo tardaba miles de años en llegar a un continente. Ahora basta que él se suba a un contenedor y desembarque en un puerto burlando los controles sanitarios para que se dé un festín en un ecosistema sensible como el chileno.
En este contexto la gestión tecnológica en Chile no debe descuidar, sino por el contrario debe relacionar otras preocupaciones ambientales tales como la contaminación, la pérdida de diversidad y la migración humana entre otros fenómenos.
Séptimo pecado: no metaforizar
Con los altos niveles de corrupción y otros problemas apremiantes en Chile: ¿preocuparse ahora de los cambios climáticos? Sin duda, para muchos gerentes chilenos estos cambios climáticos a mediano plazo no son prioritarios y están archivados dentro de la carpeta etiquetada como “No urgentes”. Evidentemente que las priorizaciones obligan a postergar las inversiones menos urgentes; pero prepararse para los cambios climáticos es un buen ensayo para estar atentos ante los cambios, sin importar si son políticos, tecnológicos, sociales o de otro tipo.
En efecto, la historia muestra diversos episodios donde asentamientos humanos no sólo fueron incapaces de soportar alteraciones ambientales distintas al déficit de precipitación y a olas de calor, sino que tampoco pudieron reaccionar ante cambios realizados por el propio hombre. Humberstone en Chile es el ejemplo donde una sociedad fue incapaz de encarar un cambio tecnológico y el Tsifonte en Irak en el siglo VI fue incapaz de soportar un cambio político al declararse a Bagdad como capital del imperio. Por lo tanto, prepararse para los cambios climáticos es un buen ejercicio para estar presto ante la adversidad futura e incierta. Sin duda alguna pensar metafóricamente crea sociedades más resilientes y éstas son las que mejor resisten los cambios.
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El Dr. Lucio Cañete Arratia, profesor del Departamento de Tecnologías de la Facultad Tecnológica, aborda en esta columna de opinión, el fenómeno del cambio climático y en especial la sequía que golpea a regiones de nuestro país, advirtiendo que pensar metafóricamente crea sociedades más resilientes, que son las que mejor resisten los cambios.
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