Nadie anticipó que el alcance global de las medidas de confinamiento para enfrentar el COVID-19, iba a transformar a la docenciavirtual en una experiencia global. En efecto, la pandemia ha puesto de manifiesto varias dimensiones educativas –que ya venían experimentándose desde hace décadas en b-learning o e-learning–, pero que, bajo esta situación de excepción, involucróa todas las universidades tradicionales. El caso es que la pandemia aceleró un proceso de transición de universidades que tradicionalmente funcionaban bajo modalidad presencial y les obligó a saltar hacia el siglo XXI, abriéndose rápidamente hacia la docencia no presencial.A nivel mundial y latinoamericano (Campi, 2020; Hinojo y Fernández,2012) ya se observaba queel avance en las tecnologías de la comunicación y la información (TICs) les había ofrecido la oportunidad a las universidades de incrementar sus estudiantes on line. Ello representaba uno de los factores críticos de la educación superior en este siglo XXI (Drew, Redding y Harley, 2019). Pero nadie en los países sudamericanos estaba preparado pare que una emergencia de este tipo adelantara semejante proceso. En el presente trabajo exploramos la experiencia de las universidades chilenas tradicionales, que por lo demás, dada la información disponible, resulta ser una experiencia compartida para todo el continente sudamericano.La Pandemia y las medidas de emergenciaComo en todo el mundo la llegada del virus COVID-19 a Chile y Sudamérica significó, desde marzo de 2020, una serie de medidas de emergencia sanitaria y socioeconómica. El confinamiento y la cuarentena afectaron decisivamente la vida normal en los diversos ámbitos de la sociedad: la familia, el trabajo, la escuela, las instituciones públicas, las empresas e industrias, el comercio, el turismo, la recreación y los deportes.La pandemia afectó especialmente el funcionamiento de la educación. Se tomaron medidas en Chile como en toda América Latina (UNESCO, 2020). En Chile, desde el 16 de marzo el Ministerio de Educación canceló totalmente las clases presenciales en jardines de infantes y establecimientos de educación básica, media y superior. Todas las universidades decidieron tomar la misma medida y emprender las clases de manera virtual. A la fecha de escribir este artículo (fines de julio de 2020) las clases presenciales en el sistema educativo permanecen suspendidas y se prevé que el primer semestre en este hemisferio sur (agosto) finalice con educación a distancia.Docencia virtual en las Universidades y el PostgradoLa docencia virtual en las universidades se aplicó a todos los niveles y modalidades educativas. Dado que las curvas de contagios no han cesado significativamente, y se temen rebrotes, es probable que el segundo semestre (septiembre 2020- enero 2021) también sea dictado por medios virtuales.En cuanto al postgrado, su oferta no presencial en Chile desde 2010 se había venido incrementando, pasando de 18 programas en 2011 a 107 en 2020. Sin embargo, esa oferta no representaba, en enero de 2020, sino el 5,1% de la oferta total de programas de postgrados universitarios en el país[1]. La Pandemia ha cambiado radicalmente este panorama y en el trascurso del 2020 la totalidad de las universidades estaba ejerciendo la docencia a distancia tanto en pregrado como en postgrado.Todo ello ha significado una adaptación de proporciones para la cual no todas las instituciones y el personal estaban preparados. Este proceso adaptativo ha sido múltiple y en distintas dimensiones: a las tecnologías que posibilitan la docencia virtual y el teletrabajo; a las nuevas metodologías y didácticas que exige la educación virtual, en fin, a las nuevas condiciones de vida, estudio y trabajo en situación de confinamiento y cuarentena.Un gran impacto de este paso a la virtualidad en la docencia de pregrado y postgrado fue descubrir enormes desigualdades en el acceso a la educación virtual. Estudiantes vulnerables sin acceso a internet o sin computador fueron entonces visibles. Y las universidades tomaron un conjunto de medidas para superar esas brechas: las becas de conectividad se multiplicaron por miles.Pero la desigualdad no se da solamente en cuanto a acceso e infraestructura: tan relevante resulta también el diferencial de alfabetismo científico (López y Parker, 2009) y la brecha digital de los usuarios.Docencia de Postgrado a distanciaLas universidades chilenas tomaron una serie de medidas para implementar las clases de manera virtual lo cual implicó nuevas relaciones y procesos. La docencia virtual supone nuevas condiciones de la relación profesor/alumno; nuevas condiciones de la gestión docente y curricular, así como nuevas condiciones de la gestión institucional (USACH, 2020; UNIE, 2020; UdeChile, 2020; VIPO, 2020). Y en el proceso mismo de enseñanza-aprendizaje surgen, como un gran desafío, los sistemas de evaluación no presencial (CRUE, 2020).Nuevas formas de gestión curricular y didácticas surgen para evitar seguir haciendo las clases como si no hubiera pasado nada y todo fuese como en la modalidad presencial. La docencia virtual no es transmisión de información, sino la generación de conocimiento (García-Gutiérrez y Ruiz-Corbella, 2020) por medio de aprendizajes activos y autoaprendizajes (Area-Moreira, 2020). No resulta fácil en la experiencia actual, dado que no hay hábitos en las universidades tradicionales para un método educativo centrado en el alumno y no en las tecnologías (Sangrà, 2020). Todo ello trae como consecuencia el desafío de la reeducación de los educadores (Area-Moreira, 2020), todo un programa que muchas universidades apenas vislumbraban.Desafíos emergentesEn la experiencia de estos meses va surgen variados temas emergentes: nuevos desafíos para las universidades tradicionales -varios de los cuales ya trabajados por las universidades a distancia - en la construcción de estos nuevos espacios virtuales de enseñanza-aprendizaje. Reseñamos algunos.En primer lugar, se descubre que no todo puede hacerse de manera no presencial. Talleres y trabajos de tesis que requieren experimentación en laboratorios o trabajos en terreno quedan postergados o abortados por el confinamiento y cuarentena.En segundo lugar, el imprescindible rol activo de parte de los estudiantesimplica un esfuerzo pedagógico de empatía y retroalimentación.En tercer lugar, la educación virtual no puede nunca descuidar el aseguramiento de la calidad educativa y los procesos de regulación normativa y de autorregulación docente.En cuarto lugar, la construcción de nuevos espacios virtuales de enseñanza-aprendizaje supone apoyo y cambios institucionales que requieren servicios y plataformas especializados, incluyendo políticas y normativas institucionales (Campi, 2020).En quinto lugar, se toma consciencia de que se trata de iniciativas educativas con fines de bien público, orientadas a la formación integral de personas con la finalidad de contribuir al desarrollo integral de nuestros pueblos y países. Ello supone eludir la tentación tecnocrática y economicista de emplear la educación virtual sirviendo el interés particular o comercial de los individuos o de la institución.En sexto lugar, la dimensión ética no sólo se refiere a la propiedad común del conocimiento. La ética de los datos, en cuanto al uso de la información(generación, registro, procesado, distribución, uso) y algoritmos (inteligencia artificial, aprendizaje automático, robótica) deben considerarse. Todo ello en el marco del cumplimiento de la responsabilidad social universitaria (Tsilikis, 2020).En séptimo lugar, se descubre que más allá del cambio metodológico y pedagógico se trata de un verdadero cambio cultural. La educación virtual es parte del tránsito hacia una sociedad virtual, con un rol enorme de las NTCI y de la IA, y no es sólo un cambio tecnológico: es un cambio societal y cultural.Acelerando una transición hacia el futuroLas medidas extraordinarias que han debido tomarlas universidades por causa de la Pandemia les han llevado a privilegiar los medios electrónicos para impartir la docencia. Estas medidas parece que han llegado para quedarse. No veremos a las universidades tradicionales transformarse en universidades a distancia. Más bien se acentuará una tendencia que ya se había iniciado en países desarrollados y en Europa. Por una parte, varias universidades iberoamericanas – destacando algunas españolas - habían sido pioneras en educación a distancia; por otra parte, universidades de gran trayectoria como Cambridge ya habían iniciado una política de poner a disposición del público sus cursos y recursos on line. Pero lo que vemos es distinto. Se trata de que con toda probabilidad las universidades tradicionales chilenas y sudamericanas incorporarán de manera masiva tecnologías digitales, y el e-learning y el b-learning serán empleados sistemáticamente para impartir docencia.Las carreas de pregrado que se impartan de manera no presencial dependerán de las propias capacidades institucionales, pero lo cierto es que a nivel de magister o master esta modalidad se verá incrementada. En cuanto al b-learning se espera que esta modalidad se generalice a nivel de postgrado, especialmente en el nivel de Magister y Doctorados. De esta forma la pandemia habrá impulsado, de manera inesperada, una aceleración a una transformación de las universidades tradicionales volcándose a mediaciones tecnológicas y de IA, que en este siglo XXI se venía venir, aunque era esperada para más adelante.
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Un gran impacto de este paso a la virtualidad en la docencia de pregrado y postgrado fue descubrir enormes desigualdades en el acceso a la educación virtual. Estudiantes vulnerables sin acceso a internet o sin computador fueron entonces visibles. Y las universidades tomaron un conjunto de medidas para superar esas brechas: las becas de conectividad se multiplicaron por miles.Pero la desigualdad no se da solamente en cuanto a acceso e infraestructura: tan relevante resulta también el diferencial de alfabetismo científico (López y Parker, 2009) y la brecha digital de los usuarios.