Eduardo Ergas nos recibe en las dependencias de la Casa Museo Fundación Ecoscience Chile, en Vitacura, un verdadero oasis dentro del mundanal ruido de la ciudad. Es el fundador y presidente de esta entidad que busca crear puentes entre la ciencia y la sociedad. Ya les contaremos más de eso.
Este titulado de Ingeniería Comercial de la Facultad de Administración y Economía, estudió sus primeros años en un colegio privado del sector oriente donde –según declara- no fue feliz. “No era buen alumno, tampoco deportista, me hacían bullying. Lo pasé pésimo”. Tras dar la Prueba de Aptitud Académica -en esos años podías hacer hasta 10 postulaciones- la sexta fue para ingresar a la Universidad Técnica del Estado y optó por Licenciatura en Matemática y Computación, que ya en 1979, contaba con el Departamento más grande de Latinoamérica. “Ahí descubrí un mundo nuevo, variado, irreconocible, con compañeros que amaban las matemáticas, que querían ser profesores. Allí me encontré… sentí que pertenecía a la entonces UTE que dos años después pasó a ser la Universidad de Santiago de Chile”, recuerda.
Eduardo es hijo de antropóloga, y conocer a todo tipo de jóvenes, pasando por sus creencias, ideologías, aptitudes y actitudes, hasta la clase social de donde provenían nunca lo había experimentado. “En ese colegio del barrio alto nos vestíamos todos iguales, con corbatita y camisa, pero aquí encontré este mundo tan diferente que me hizo fascinarme por las matemáticas, por la gente y sus motivaciones; además comencé a hacer mucho deporte. Tuve un montón de amigas y amigos. Luego me cambié a Ingeniería Comercial, convalidé algunos ramos en la FAE y descubrí lo que es la pasión, tal vez la más grande de las fuerzas humanas”, relata.
¿Qué te enseñó esta carrera que te transformó en el hombre exitoso que eres actualmente?
_Ingeniería Comercial me enseñó a convertir mis pasiones en proyectos y estos proyectos en realidades. Es magnífico. Aprendí a administrar, a hacer flujos… la contabilidad que es tan importante la traspasé a mi hijo cuando apenas tenía 6 años de edad... aprendí a interactuar con profesores, tener opinión y lo segundo es mi grupo de amigos que conservo hasta el día de hoy y con los cuales nos vemos regularmente. Fue una magnífica experiencia. Si pudiera retroceder el tiempo y me ofrecieran escoger una universidad, no lo dudaría ni tan solo un minuto, porque lo que aprendí en la Universidad de Santiago de Chile, sobre todo en temas humanos, no tiene comparación. El trato con una diversidad de personas, alinear objetivos, cómo buscar los win win, es lo que debería enseñarse en todas las universidades.
Se detiene a hablar con cariño de su grupo de amigos “AMICI” de la Facultad de Administración y Economía. Se denominan así por la traducción de amigos en italiano. Son los mismos que durante el último año de la carrera participaron del primer concurso de inversión que hizo la Bolsa de Comercio de Santiago para alumnos universitarios. Obtuvieron el segundo lugar y el premio en dinero lo invirtieron en acciones. Estuvieron tres años juntos y les fue bastante bien.
Eduardo tiene una hija cineasta, otra antropóloga y otro que estudia ingeniería física. Desde muy pequeños y pequeñas los expuso también a los fósiles, a las ágatas, a las puntas de flechas, a los insectos, que hoy pueden verse en una de las salas de la Fundación, perfectamente mantenidos y que sobrecogen tan solo al observarlos. “Hemos ido buscando mucho de lo que la vida tiene para dar y generalmente es invisible. A cada persona que trabaja conmigo les regalo una lupa de geólogo. Aprendes a ver lo que es obvio, pero que nadie ve”.
Financiando la pasión
Tras titularse partió a Europa. Estuvo dos años en Inglaterra haciendo clases de squash; trabajó en el departamento de contabilidad de una importadora de vinos y en Pizza Hut, hasta que ingresó al área latinoamericana de un banco en Londres. “Fue muy importante para mi aprender inglés…debería ser una materia obligatoria”, remarca. De vuelta en Chile siguió ligado a las entidades bancarias durante 13 años. Al poco tiempo de conocer a los fundadores de Endeavor abrieron las oficinas en nuestro país y Eduardo fue su primer presidente, tal vez una de las experiencias más marcadoras de su vida.
“Ahí descubrí el valor del emprendimiento que mueve montañas”-dice-. Junto a su mujer se fue a Palo Alto, a Silicon Valley, donde descubrió la ciencia. “Me impresioné al conocer a los científicos, seres humildes con tanto conocimiento, que buscan mejorar el mundo”. Armó un fondo de inversiones en capital de riesgo y bajo el gobierno de Ricardo Lagos fue nombrado director de la Casa de Chile en Silicon Valley. Retorno al país con esta lógica de cambiar las cosas. Creó la Fundación Ecoscience como puente entre Ciencia y Sociedad, y en el horizonte vislumbró la necesidad de que los niños de los sectores rurales conocieran la ciencia, por lo que activó una flota de buses que recorrían Chile.
“La idea era aprovechar el Wow Moment. Ese momento en que las cosas tienen sentido, de un momento a otro. La ciencia para mí es la forma de pensar en formato de pensamiento crítico, de pensamiento complejo, no lineal … eso era lo que hacíamos, pero con la pandemia se terminó. Impactamos a más de 36 mil niños con 3 mil profesores durante 18 años en un viaje de 1 millón de kilómetros. Además, esta Fundación financió más de 140 proyectos científicos y ecológicos por hasta dos millones de pesos cada uno. “En el periodo de Bachelet 1, por mi interés de traer tecnología e innovación al país me nombraron en el Consejo Superior de la Corfo”, destaca. Hoy lidera un par de importantes empresas.
Eduardo, son múltiples las iniciativas que ha emprendido con éxito en su trayectoria profesional, pero también ha dedicado su tiempo a las letras. ¿Qué hay de eso?
_Por cada historia de éxito que ves en mí, hay al menos 10 fracasos. El fracaso es parte inherente de la ecuación del éxito. Sí, escribí un libro sobre los alcaldes. Te preguntarás porque me interesé en ellos. Me di cuenta que la persona que más incide en la felicidad de la gente no es el Presidente de la República, ni los legisladores… son los alcaldes. Conocí a muchos todos muy bien intencionados, pero no bien preparados. Cada vez que les insinuaba hacer algún proyecto me recalcaban que no tenían los fondos, entonces decidí escribir este libro sobre 50 casos de éxitos en municipios alrededor del mundo en que no se necesitaba dinero. Después hice otro libro, que no salió a la venta, sobre mi abuela porque marcó mucho mi vida y hace poco lancé mi primera novela, es una novela muy negra y está escrita con seudónimo. Se vende hace más de un año y ya está traducida al inglés. Mi actual proyecto es convertirla en una película por lo que estoy trabajando en el guión. Ya veremos si funciona.
Eduardo Ergas nos abre su corazón antes de finalizar esta entrevista para revelarnos el motor que lo lleva a emprender, en el más amplio sentido de la palabra: En un periodo de cinco años perdió a cuatro personas muy importantes. “Fue una pena devastadora por mucho tiempo, pero me di cuenta que la muerte existe y que llega en cualquier momento. Ha sido una visión que me aportó que no debo dejar nada para el futuro. La vida se trata de ‘hacer’; esto de la película es porque quiero vivir esa experiencia. Estas muertes me mostraron el camino para que la vida tuviese más sentido. Pienso que ni en mis sueños más audaces me habría imaginado lo que la vida me iba a entregar después de vivir el bullying en el colegio y ser aceptado por la comunidad de mi universidad, la Universidad de Santiago de Chile. Hay dos cosas que debieran enseñarse en todas partes: la pasión y la curiosidad”, concluye.
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El destacado empresario, emprendedor y filántropo, director de la Fundación Ecoscience, Eduardo Ergas Weisner estudió Ingeniería Comercial en la FAE. Allí aprendió a canalizar mil formas de hacer las cosas con pasión, pero por sobre todo hoy rescata lo humano de nuestro Plantel. “En la Usach me encontré y sentí la pertenencia. Si retrocediera el tiempo no dudaría en volver a ingresar a la Universidad de Santiago”, remarca.
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