El documento Profesores fuera del sistema: una alternativa para enfrentar el déficit docente (Montiel, 2025) realizado desde el centro de estudio Horizontal Chile ha producido resonancia en variados medios, bajo el titular que cerca de 23 mil profesores menores de 40 años habrían abandonado el sistema escolar.
A lo largo de sus 14 páginas, el documento pone el énfasis en un “Plan de Recuperación Docente”: flexibilizar horarios, repensar las mentorías y permitir avanzar en la Carrera Docente sin exigir años mínimos, entre otras medidas, priorizando así lo político, mientras deja lo metodológico en segundo plano.
El problema basal de este diagnóstico es que las cifras que lo sustentan pueden ser débiles, lo que exige leer con cautela sus conclusiones y, sobre todo, aprovechar la discusión para fortalecer los puentes entre formación universitaria, inserción e inducción profesional.
En primer lugar, el estudio utiliza la base de “Cargos Docentes” del Mineduc, que registra puestos de trabajo y no trayectorias personales. Suponer que un profesor ausente por tres años ha desertado definitivamente es metodológicamente riesgoso. No se distingue entre quienes cambiaron de establecimiento, transitaron a la enseñanza en educación superior, asumieron roles técnico-pedagógicos, u otros roles de continuidad profesional.
El resultado es un diagnóstico que puede sobredimensionar la deserción y reducir un fenómeno estructural a un asunto de gestión de recursos, invisibilizando áreas claves como las condiciones de trabajo, o el desarrollo profesional docente.
Además, la comparación con los informes del CIAE de la Universidad de Chile —en particular el OFD N°12 (2025)— resulta inevitable. Paradójicamente, el propio Montiel cita ese estudio para respaldar su hipótesis, aunque una lectura atenta muestra que las conclusiones no coinciden: el CIAE no reporta un fenómeno excepcional, sino tasas de abandono docente comparables a las de otros países, lo que contradice la idea de una crisis inédita en Chile.
Sin embargo, el tema que ambos informes ponen sobre la mesa tiene una gran relevancia para la Formación Inicial Docente (FID). La evidencia muestra que la deserción no comienza cuando una profesora o profesor deja el sistema, sino mucho antes: en la transición entre la formación universitaria y el primer año de trabajo. Ante esto el generar mecanismos de acompañamiento desde las asignaturas de la línea de educación es clave, junto con establecer vínculos territoriales con los centros escolares de práctica que tengan egresados para potenciar el diálogo y apoyo mutuo.
Así, más que el titular que augura un desastre futuro, lo que nos queda desde la Universidad y especialmente la FID es construir un tercer espacio, entre el colegio y la academia que promueva círculos virtuosos entre formación, práctica e inserción laboral.
Los espacios de práctica pueden convertirse en verdaderos laboratorios de continuidad pedagógica, donde egresadas y egresados regresen como tutores, acompañen a docentes en formación y retroalimenten la enseñanza universitaria con su experiencia real y concreta en el sistema escolar.
