Dra. Diana Aurenque, Vicedecana de Investigación y Postgrado, Facultad de Humanidades:

De demandas legítimas a saqueos ¿cómo pasó y porqué?

Las demandas sociales y su expresión más sensible explotaron en Santiago y se masificaron a regiones. ¿Cómo se detiene esta efervescencia nacional, si ya el Gobierno debió sacar tropas a las calles y la población sigue manifestándose?. Soluciones reales, pero también que el Ejecutivo pidiera perdón por sus errores , permitiría, quizás, restablecer en algo la injusticia social. Un relato y los nuevos ideales hoy, parecen ser lo que Chile necesita.
"Pero volvemos a preguntarnos: ¿cómo ocurre el giro?. Cuando un Gobierno es ciego ante el grito de su propio pueblo y determina que los militares deben tomar el control por su propia incapacidad de dar soluciones políticas, entonces, el sentimiento, desbordado, que ya no tiene nada que perder, nadie a quien recurrir y ante la respuesta autoritaria y sorda, comienza a arder".

Los sucesos acontecidos los últimos días en nuestro país nos han dejado a todos perplejos, pero, sincerémonos, ¿nos sorprende? , ¿sorprende, realmente, que la mayoría de chilenos/as salgan a la calle a protestar por el continuo encarecimiento del costo de la vida, por pensiones dignas, por un sistema de salud público eficiente?

Desde luego a nadie sorprende.

Lo que nos deja boquiabiertos y afectados, es la explosiva radicalidad con la que una fuerza se levanta, sola, sin líderes, sin ideologías, comandada solo por un sentimiento y un grito que dice “¡Chile no puede más!”.

No puede levantarse más temprano, no puede endeudarse más, no puede pagar más, no puede más.
Eso lo entendemos, pero ¿cómo se explica el giro de una demanda popular legítima y razonable, con cacerolazos familiares y otras formas de protesta propias de un Estado democrático, a una situación de barbarie, irracionalidad y saqueos? .

Ambos grupos se unen en un sentimiento, no en una razón ni en un argumento; y se trata de un sentimiento único.

Tanto quienes saquean como quienes piden mejoras sociales, sienten que se les oprime, se les calla, se les perjudica, sistemáticamente. Todos silenciados, cansados de ser los pilares olvidados que sostienen esa imagen de un Chile próspero, de un Chile que no conocen en carne, pero ven por la televisión; esos mismos canales que durante años dieron tribuna a la banalidad y a la farándula chilensis (aunque poco podemos reclamar, si incluso nuestros medios estatales están sujetos a la competencia voraz del rating, sin contar con financiamiento estatal propio como en otros países).

Pero volvemos a preguntarnos: ¿cómo ocurre el giro?. Cuando un Gobierno es ciego ante el grito de su propio pueblo y determina que los militares deben tomar el control por su propia incapacidad de dar soluciones políticas, entonces, el sentimiento, desbordado, que ya no tiene nada que perder, nadie a quien recurrir y ante la respuesta autoritaria y sorda, comienza a arder.

En toda esta vorágine de irracionalidad, militares y carabineros simbolizan los dolores más grandes de este país, pero además de esto regional, representan control y acallar lo que se está gritando. Vemos a manifestantes, con torsos desnudos, con caras tapadas o descubiertas, hombres y mujeres, gritándole a carabineros y militares a centímetros, desafiándolos, demostrándole con piedras e insultos, el mayor de los desprecios. Ese enfrentamiento simbólico de quienes protestan, debe sentirse liberador –recordemos, hablamos de sentimientos–, debe ser un momento catárquico que, por extraño que algunos le parezca, enriquece por dentro con una sensación de justicia interna, heroica. Como decía antes, aquí hay por sobre todo sentimientos actuando (ira, rabia, impotencia), por lo tanto, mucho de irracionalidad.

Comprender esto no implica justificar la violencia, pero la explica. Y si entendemos algo más, quizás podamos reaccionar mejor.

La violencia y el enfrentamiento a la autoridad cautivó, como algo heroico, incluso erotizante. En efecto, el juego erótico –inconsciente– siempre tiene algo que ver con el poder y la muerte: lo vimos en los medios y en las calles, hombres y mujeres combativos, hipervalientes, hiper-alfas, empoderados, contra toda autoridad no reconocida, pero que saben podría matarlos. Y es esa misma hiper-valentía heroica fue la que también empoderó a quienes hoy saquean ; tampoco le temen a la autoridad, pero por razones muy distintas.

Así, las protestas se mediatizaron con velos heroicos, la violencia se enalteció en el momento donde solo los sentimientos movilizaban. Peor aún: la violencia, se apoderó de la falta de un relato, de una razón, de un discurso consciente de clase, con demandas e intereses claros que nos permitan orientación lo que es puro sentir.
De ahí al saque, el camino quedó libre. Por eso, hoy, ¿qué hacemos?. Ante un sentimiento, lo primero es responder con otro: el Gobierno se debe disculpar, por lo que ha hecho y por lo que representa. Pedir perdón incluso, sería un buen gesto. Quizás permite restablecer en algo la injusticia social. Luego de eso, soluciones reales. Cambios políticos y culturales, no más clasismo, no más chilenos de “segunda clase”. Un relato y los nuevos ideales hoy, necesitamos.