Dra. Galina García Mokina, vicedecana de Docencia de la Facultad de Ciencia: “Existen mujeres matemáticas y estamos contribuyendo”

La coordinadora del Eje de Armonización Curricular de la iniciativa Science UP, Consorcio Ciencia 2030; reflexiona sobre lo que la llevó a ser una investigadora en matemática, rescatando una infancia con pocas diferencias de género y el efecto del liderazgo en su formación.
Desde la armonización curricular hay iniciativas para visibilizar el trabajo de las mujeres a través de las mallas, proponiendo cursos que tengan de forma transversal este objetivo, pero no solo tiene que estar en la malla, también en acciones fuera del aula que nos ayuden a cambiar culturalmente, como modificaciones en nuestra forma de comunicar”, remarca la Dra. García.

¿Cómo es una mujer científica? Una pregunta que traía una serie de estereotipos a sus compañeros universitarios, desde una personalidad tímida y aburrida hasta el cuestionamiento de si siquiera existen. Una imagen que no calzaba con la Dra. Galina García Mokina, una líder alegre y sin miedo a hablar en público, cualidades que hoy son muy importantes para su actual cargo en la Facultad de Ciencia de la Universidad de Santiago de Chile: vicedecana de Docencia.

“Desde muy chiquita tenía definido que me gustaba la matemática y la física. Mis padres son ingenieros y siempre cultivaron mi amor por la ciencia. En la escuela también, donde veían mi potencial y me daban la opción de participar en muchas actividades extracurriculares. Así empecé a ir a las olimpiadas”, recuerda.

En estas competencias, más que disfrutar ganar, disfrutaba rendir, tener buenos resultados. “A mis amigas y a mí nos iba bien académicamente y éramos responsables, pero también alegres y sin miedo a hablar en público, entonces siempre nos elegían para todo, incluso para representar al colegio. Desde la primaria votamos para elegir a un jefe de escuela, un jefe de estudios y uno de actividades; los que recibían capacitaciones. Mi grupo siempre salía elegido”, recuerda.

Su tenacidad se la dio su madre, quien siempre la “apoyaba en todo y me incentivaba a entrar a colegios especializados, como el Preuniversitario de Ciencias Exactas, durante los estudios de media. Para entrar a este colegio había que pasar por unas pruebas e ir a unas escuelas de verano, las que formaban parte de un programa en el cual cada Municipalidad preparaba a un grupo de estudiantes para entrar a ese colegio. Luego se hizo una selección y solo una amiga mía y yo fuimos escogidas”, comenta.

Reflexionando si a lo largo de su formación observó diferencias en torno al género, señala que “en la Universidad tal vez. Entré a licenciatura en Física y cada vez que decíamos qué estudiábamos nos decían ‘¿están seguras?´, como diciéndonos ‘no puede ser’. Es que éramos alegres y divertidas, y tal vez  creían que los físicos eran aburridos. Además, todos pensaban que era una carrera muy difícil para nosotras. Nos miraban y decían ‘están locas’ o ‘ustedes no van a terminar’”.

En relación a sus profesores, nunca sintió que hicieran diferencias, como “si eres niña no vas aquí”, rescata. “Todos competíamos por igual. Eso sí, en un comienzo entramos muchas y luego quedamos muy pocas, aunque también desertaron hombres. Es que era una carrera dura”, sostiene.

Cree que en Cuba los roles femeninos y masculinos son más paritarios, destacando que “no hay diferencias de remuneraciones. Saliendo de la Universidad tenemos dos años para pagar la carrera y todos tienen el mismo salario, no importa si eres hombre o mujer. Además, allá todo el mundo trabaja, la mujer tiene seis meses de postnatal y luego tiene que volver a trabajar, porque hay lugares donde cuidan a los niños desde muy pequeños y así apoyan a las mamás en su regreso al trabajo”.

Sus comienzos en la matemática

Su primer trabajo en investigación fue en el Instituto de Oceanografía, pero tenía ganas de más. Los postgrados en Cuba cubren muy pocas áreas, así que era difícil. Una amiga que vino a Chile a una escuela de verano le habló de un doctorado en matemáticas y le pareció interesante. Siendo física, pensó que podría hacerlo. Postuló y aquí está.

“Cuando uno llega a Chile hace muchos cursos y ahí va viendo que es lo que más le gusta. Como yo venía de la física me gustaba lo aplicado y así me especialicé en teoría de control en ecuaciones diferenciales, así como en problemas inversos, que en palabras simples es cuando en un modelo conocemos las ecuaciones, pero no las condiciones iniciales o las fuerzas que actúan sobre el sistema, y el objetivo es, usando mediciones posteriores del estado, recuperar esos datos inicialmente desconocidos”, explica. 

Día Internacional de la Mujer Matemática

El 12 de mayo para ella es muy especial, pues se conmemora el cumpleaños de la matemática Maryam Mirzakhanies, quien en 2014 se convirtió en la primera mujer en ganar la Medalla Fields, uno de los mayores galardones en el área. Debido a su natalicio es que se estableció este día como el Día Internacional de la Mujer Matemática.

“Que por primera vez se tenga una ganadora de la Medalla Fields es un logro que hay que celebrar. Para nosotras este tipo de conmemoraciones son súper importantes, porque nos visibilizan. Es una manera de decir que existen mujeres matemáticas y estamos contribuyendo. Pero no es un desafío de un día, es diario”, declara.

Este compromiso lo demuestra desde su rol como coordinadora del Eje de Armonización Curricular del Consorcio Science UP en la Facultad de Ciencia, impulsando, por ejemplo, el documento “Recomendaciones para el uso de un lenguaje no sexista”, desarrollado en colaboración con el Eje de Liderazgo y Participación Femenina de la misma iniciativa.

“Desde la armonización curricular hay iniciativas para visibilizar el trabajo de las mujeres a través de las mallas, proponiendo cursos que tengan de forma transversal este objetivo, pero no solo tiene que estar en la malla, también en acciones fuera del aula que nos ayuden a cambiar culturalmente, como modificaciones en nuestra forma de comunicar”, expresa.

Autor: 
Lorena Jiménez
Fotografía: 
Cedida