Germán Moncada: “El Magíster en Ciencias de la Ingeniería de la Usach abrió mi mente a pensar, a crear nuevas cosas”

El Ingeniero Civil Industrial y jefe del Departamento de Aeropuertos de la Dirección General de Concesiones del Ministerio de Obras Públicas recuerda su paso por la Universidad de Santiago; su experiencia al cursar el Magíster en Ciencias de la Ingeniería; las diferencias con el pregrado, y su rol como docente. Siente que la Usach le entregó todas las herramientas académicas que permiten innovar en el Estado.
“Los años que estuve en la Universidad de Santiago fueron los mejores de mi educación. La Usach fue mi casa y mi trabajo”, resalta Germán Moncada.
Convertirse en actor era el sueño que tenía Germán Moncada al concluir su enseñanza media. Sin embargo, su padre de profesión contador, fue quien lo impulsó a abandonar esa idea y optar por una carrera tradicional. Tal vez es uno de los ejemplos de tantos que existen en nuestro país que ven en las tablas su futuro, pero prima el tema económico por sobre el arte. Y no está arrepentido, porque fue en la propia Universidad de Santiago, que pudo también dedicar parte de su tiempo a electivos que llenaron en cierta medida esa vocación. Entró a estudiar Ingeniería Civil Industrial a la Facultad de Ingeniería y en el Campus conoció a quien es su esposa; fue profesor asistente de nuestra Casa de Estudios y hoy ocupa un alto cargo en el Ministerio de Obras Públicas.
 
“Los años que estuve en la Universidad de Santiago fueron los mejores de mi educación. La Usach fue mi casa y mi trabajo”, resalta expresando el espíritu usachino que lleva impregnado a flor de piel. 
 
Germán ingresó a nuestro Plantel en 1999 y egresó el 2005. Abordó paralelamente su tesis de Ingeniería Civil Industrial con un Magíster en Ciencias de la Ingeniería que cursó en nuestra misma Corporación. Si bien era imprescindible salir al mercado laboral para ganar su primer sueldo, el amor por nuestra Institución parecía retenerlo, según el mismo recuerda. “Mi esposa me insistía en que terminara pronto la tesis”, comenta. Algunos de sus compañeros siguieron el camino del postitulo en el extranjero, pero él lo hizo en la Usach, donde además se desempeñó por un tiempo como profesor asistente en el Plantel. “Cuando postulé al Magister tenía que obtener la licenciatura en ciencias de la ingeniería, así que comencé a hacer clases de administración de la producción a estudiantes de Ingeniería en Ejecución, durante el día y en el vespertino. Con el dinero que ganaba pude costear el pago de la carrera y me quedaba para pagar algunas cuentas y darme algunos pequeños gustos”, expresa.
 
Cuéntanos de esta experiencia doble de estar en clases y hacer clases…
 
La diferencia del Magíster con el pregrado es que tú no recibes la educación formal del pregrado sino que debes abocarte a la realización de determinados trabajos que vas discutiendo en conjunto con tus profesores. Teníamos una línea investigativa. Era mucho más libre y me gustó más que el pregrado. Si bien teníamos los mismos académicos que nos hacían clases, la educación es más personalizada dado que son cursos con un menor número de estudiantes. Le tomé mucho cariño a esos últimos dos años. Tú eliges tus cursos y profesores. Me sentía aún más motivado. 
 
¿Recomiendas hacer un Magíster en nuestra Casa de Estudios?
 
Absolutamente. El Magíster en Ciencias de la Ingeniería en la Usach es científico, más académico que un MBA por ejemplo. Me enseñó a generar nuevas soluciones… puedes investigarlas o incluso crearlas. La Ingeniería debería ser así. Muchos colegas encasillan las soluciones a los problemas según los ramos que tuvieron en el pregrado. Ingeniería es ocupar todas las herramientas que la Universidad te entrega.
 
Comenta que como profesor universitario asistente, conocía a muchos de los estudiantes del pregrado diurno. En vespertino fue un poco más complejo porque los alumnos provienen de empresas o instituciones y ya tienen experiencia trabajando. 
 
En septiembre de 2006 a pocos días de dar su examen de grado ya se disponía a ingresar a su primer trabajo formal en el Ministerio de Obras Públicas donde se mantiene hasta el día de hoy, pero con una carrera funcionaria que lo tiene encumbrado en un relevante cargo. Con anterioridad, había hecho su práctica en Metrogas.
 
Luego de  tres años en el MOP como ingeniero de proyectos se convirtió en jefe del área y triplicó su sueldo inicial. Al año lo reclutaron para Aeropuertos transformándose rápidamente en Jefe del Departamento de Aeropuertos y se hizo cargo de todas las licitaciones de terminales aéreos.  “Sacaba un proyecto por año, lo que era bastante. Mi primer aeropuerto fue el de La Florida, en La Serena. El diseño arquitectónico lo hace la Dirección de Aeropuertos del MOP. A nosotros nos corresponde el proceso de entregar en concesión el terminal aéreo por una determinada cantidad de años. El concesionario hace las obras y explota el aeropuerto, recuperando su inversión. Mi trabajo es que dichas condiciones estén ajustadas a las expectativas del sector privado, formalizar el proceso de licitación y adjudicar el contrato de concesión”, remarca. La estrella de su historial fue el megaproyecto del Aeropuerto Arturo Merino Benítez; actualmente está en el proceso de licitación del aeropuerto El Loa de Calama. 
 
A menudo se habla de la burocracia del Estado; del hacer siempre lo mismo… hay cierto temor al cambio. En este crecimiento ¿cómo te ayudó el Magíster a proyectar tu labor?
 
Yo creo que el haber hecho el Magíster fue fundamental para mi apertura de mente. Eso no te lo da el pregrado. Es esa libertad de reflexionar la que no te encasilla. Es cierto, en el Estado la respuesta es para qué cambiar si así lo hemos hecho siempre. Yo motivo a mi equipo para que pensemos más, porque si bien lo anterior puede ser correcto, siempre hay mejores formas de hacer las cosas. El pregrado te da el conocimiento, pero el Magíster te enseña a no encerrarte en una sola cosa… más que a innovar, tal vez a mezclar herramientas que ya existían. La innovación en el aparato público es mucho más compleja puramente hablando.
Autor: 
José Flores
Fotografía: 
Cedida