Actualmente los datos muestran un escenario positivo respecto a las matrículas y al ingreso en las carreras de pregrado en particular de los bachilleratos, pero existe un problema presente en toda la estructura de la educación superior chilena: la deserción universitaria.
Este es un fenómeno complejo y multivariado y aparece a partir del segundo y tercer año de permanencia del estudiantado en las universidades. Un estudio del Centro de Investigación avanzada en educación de la Universidad de Chile (2023) establece que: “al 2018, el 60% de las y los matriculados en 2011 se había graduado, independiente de su nivel socioeconómico y que cerca del 20% de este grupo lo había hecho en un programa diferente al que ingresó” lo que implica que existe un 40% de estudiantes o que no se graduaron de forma definitiva o postergaron ese proceso sin saber si efectivamente aquellos y aquellas estudiantes realmente retomará su formación para obtener un título profesional y/o una licenciatura.
El estudio plantea también que al año 2019: “la tasa de deserción ha aumentado en un 30%, siendo la más alta que el promedio de la OCDE” (Foco en Educación, 2023). Otro dato de interés del mismo estudio plantea que: “más del 50% de las y los estudiantes experimentaron, al menos, un cambio en estos siete años y que la mayoría de ellos (76%) fue de programa. Sin embargo, en este aspecto existen diferencias entre los CFT-IP y las universidades. En los primeros, el cambio de institución es el más frecuente. En las segundas, hay una mayor probabilidad de cambiar de carrera dentro de una misma institución” (Foco en Educación, 2023).
Es posible observar que no existe realmente un camino directo desde el ingreso a la titulación definitiva. En términos institucionales, la deserción es un indicador problemático sobre la gestión interna que revela escasos mecanismos de retención y faltas en la gestión de los recursos económicos y académicos para retener al estudiantado. En términos de la trayectoria formativa del estudiantado, la deserción impacta en múltiples aspectos, que van desde la situación económica familiar hasta la ruptura en la promesa de la movilidad social con la que se identifica la educación universitaria.
Por lo mismo el compromiso institucional con el apoyo al estudiantado en sus trayectorias formativas ha sido una prioridad puesto que factores económicos, académicos y vocacionales pueden poner en riesgo las posibilidades reales de los y las estudiantes de continuar y finalizar sus estudios universitarios con la consecuente disminución de la matrícula luego del primer año.
Entonces qué rol específico juegan los bachilleratos en este estado de cosas. El diseño de los programas de bachillerato se orienta a resolver esta problemática. Las estructuras curriculares, de gestión y de docencia de los bachilleratos responden a la necesidad de acoger y acompañar al estudiantado, profundizando conocimientos, habilidades académicas en conjunto con un trabajo profesional de discernimiento vocacional. De esa manera los motivos que esgrimen muchos y muchas estudiantes para hacer abandono de la universidad, pueden ser abordados antes en un programa de bachillerato.
Estos propósitos pueden ser alcanzados mediante bachilleratos de especialidad o aquellos con enfoque multidisciplinario que en dos años entregan las herramientas personales y académicas que puedan ser utilizadas por los y las estudiantes en cualquier carrera de continuidad, posterior a la obtención del grado de bachiller.
El bachillerato de la Usach, es un programa multidisciplinario que le permite al estudiantado salir hacia cualquier carrera que ofrezca la universidad. En caso de no ingresar a alguna carrera en particular ya sea por la escasez de cupos o por su desempeño académico los y las jóvenes pueden seguir optando por otra carrera de la misma institución aumentando las posibilidades de permanencia.
Este año el Bachillerato en Ciencias y Humanidades de la Universidad de Santiago ha presentado un nuevo plan de estudio que junto con mantener su estructura multidisciplinaria refuerza su propósito de impulsar la permanencia de los estudiantes en la universidad. En esta nueva estructura curricular se refuerzan los saberes necesarios, a través de lo que se han denominado líneas de profundización con el propósito de asegurar una mayor familiaridad con los contenidos específicos de la carrera de preferencia del estudiantado.
Esta propuesta no está exenta de desafíos y aún quedan tareas pendientes respecto al rol de los bachilleratos por lo que se requiere un enfoque conjunto para abordarlo.