Venezuela: El día después

Columna de opinión del doctor en Estudios Americanos, mención Relaciones Internacionales, Cristián Garay, director del Magíster en Estudios Internacionales, Instituto de Estudios Avanzados (IDEA-Usach).

No vieron, no escucharon, no dijeron nada. Eso fue el caso de los invitados internacionales afines a Maduro que adhirieron a la proclamación de victoria del Consejo Nacional Electoral en favor de Nicolás Maduro. Pero esa imagen de los tres monitos que se tapan con sus manos para no ver, oír o hablar, se ha roto. Por primera vez en muchos años, el Centro Carter, cuestionado porque en otras elecciones consideró que las garantías electorales eran suficientes para calificar a la elección de legítima, ahora, desde Atlanta y con fecha 30 de julio, se restó de ese consenso de los “veedores” invitados, y manifestó que no estaban dadas las condiciones para que el acto pudiera ser calificado de democrático. Y se une a las dudas de Gustavo Petro que, aunque no fue del selecto grupo de veedores afines que se permitió entrar, era de sus presuntos aliados en esta maniobra. Con un perfil de salvar la situación Lula exigió un contraste entre las actas del gobierno, frente a las recolectadas por la oposición cuando se había entregado el 73%, y que fueron liberadas por internet. 

Con el silencio de África y Asia y la condena europea y de las Américas, incluido el raudo pronunciamiento del G-7 (Japón, Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Alemania, Francia, Italia) con excepción de sus aliados políticos (Rusia, China, Nicaragua, Irán), se consuma una decisión de la elite venezolana para proclamar presidente a Nicolás Maduro. Las señales de la dirigencia además son claras, pues en el panorama enrarecido de la protesta de las barriadas pobres de Caracas y otras ciudades, se han determinado ya las órdenes de detención a dirigentes opositores, incluido el secuestro el 30 del diputado Freddy Superlano, del entorno inmediato de Machado y González, y la rienda suelta a la policía, Guardia Nacional y “colectivos” (paramilitares) para detener opositores, que se anticiparon cuando los colectivos empezaron a disparar contra la multitud como se registra en X.

El reclamo ciudadano ha sido respondido con 12 muertos y hasta ahora 700 detenciones, y la orden de impedir cualquier confrontación. Entremedio varias estatuas del hoy odiado Hugo Chávez han sido derribadas. Pero es difícil que estas protestas derriben el régimen o cambien la determinación electoral. A lo más se podría abrir un espacio para una mesa de diálogo que ratifique lo obrado por el CNE, como siempre fue el designio del gobierno venezolano. En las negociaciones, siempre Caracas ha visto un recurso de supervivencia y no otra cosa.

Esto pone, pese al discurso medidamente conciliador de Machado y González, en el escenario de mayor violencia, en el que la oposición sin el resquebrajamiento de las fuerzas armadas, policiales, seguridad y paramilitares no podrá hacer nada. La violencia, objetivamente, favorece el discurso de orden del gobierno y permite amplificar la violencia gubernamental, que el propio Maduro dio nuevas brasas al anunciar un espacio informático (VenApp) para denunciar a los ciudadanos al Estado, aplicación que dicho sea de paso, Apple borró. De hecho, la amenaza de Maduro en E. Musk puede ser un paso en falso, ya que Estados Unidos no admite ataques a sus connacionales de parte de otros estados.

Por eso, lo que haga la comunidad internacional puede hacer la diferencia, pero tiene un margen de acción muy delgado. Ya no quedan dudas que los veedores internacionales no querían, ni podían, abogar por un mínimo de garantías electorales, porque para eso habían sido invitados. Y cómo el cuestionamiento vino en el recuento, en la fase final, cuando en plena progresión de una votación muy ventajosa para Edmundo González fueron interrumpidos por un corte de señal, y se produjo la expulsión de los testigos opositores de la recepción de las actas restantes (por eso falta ese 27%), sesionó luego el CNE sin contrapeso ni escrutinio público.  Para terminar la puesta en escena, el inefable Fiscal General de Venezuela, anunció que los culpables del ciber ataque eran los propios dirigentes opositores desde un sitio en Macedonia del Norte (¡), para construir una narrativa favorable a su versión ya los actos que se van a desencadenar en poco tiempo más, y del cual el 31 el mismo dijo que algunos muertos no lo eran y estaban cubiertos con salsa de tomate.

Visto así, y la unidad del aparato cívico-militar, parece obvio que Venezuela será otro país aislado en el concierto internacional semejante a Cuba, Corea del Norte, Rusia o Nicaragua con Ortega. Eso no significa su caída, ya que regímenes autocráticos tienen bastante resistencia a acciones internacionales tales como embargos, cese de relaciones o sanciones. Es más, dando un ejemplo de ese vigor contestatario, Maduro determinó cerrar relaciones –incluso a nivel consular- de siete países que habían cuestionado las elecciones, así, Argentina, Chile, Costa Rica, República Dominicana, Perú, Panamá, y Uruguay debieron comprometerse al retiro de su personal a la par que los venezolanos con más rapidez todavía tomaban sus vehículos y salían, dejando sin atención consular a sus connacionales. En contraposición, Perú reconoció a Edmundo González como el presidente de Venezuela, en una devuelta de mano por gestos que en lenguaje diplomático son inusuales.

Pero dado que la diplomacia no es la regla, como tampoco la moderación, el escenario del día después enfrenta una oposición revitalizada con un gobierno decidido a primar como un régimen de partido único. La transformación de Venezuela en un estado totalitario, era una fase que aún no se verificaba ya que por conveniencia se aceptaba la oposición y más bien predominaba la pérdida de cualidades democráticas –una deriva iliberal en lenguaje politológico-, que la toma del control político absoluto. Hoy en cambio, las acciones tomadas permiten avizorar un cambio radical en que Maduro va a tomar medidas más fuertes para reducir a un mínimo la disidencia, aunque tenga millones de votos, para disciplinar y manejar el Estado sin contrapesos. Pero, y más allá de la eficacia de una instancia multilateral, aspecto que dudo tenga gravitación en una salida consensuada de la crisis, Venezuela es un dragón tropical. Un estado que tiene un alto grado de anomia, de connivencia criminal entre diversos actores con las bandas del crimen organizado, y de serias debilidades en su control social, no parece, incluso con el apoyo chino, ruso, iraní y sobre todo cubano, que pueda sostenerse como poder único. Lo más probable va a ser la reducción de la autoridad estatal en franjas muy acotadas territorialmente, y la crisis social y política con una nueva oleada de migrantes que eligen por sí mismos, y no como dice una autoridad porque haya incentivos para hacerlo. El impulso motriz está ahí: violencia estatal, pobreza, aislamiento, abandono, exclusión, y eso impulsa a los migrantes, por eso era importante darle una salida transicional a Venezuela, incluso si ello significaba impunidad de muchos dirigentes bolivarianos, donde el ejemplo chileno era un modelo a seguir para tiempos mejores.

 

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