Año 2005 y con tan solo 18 años, Macarena Carrasco recorría los diferentes pasillos de nuestra Universidad en busca de una oportunidad. Las vueltas de la vida le abrirían las puertas del Departamento de Bienestar, en donde comenzaría su carrera funcionaria y profesional en el grado 21, caracterizada por su esfuerzo, trabajo y dedicación.
“Provengo de una familia monoparental, de una mamá soltera y con una historia de vida dolorosa. Soy de Chillán y a los 13 años me fui de casa por problemas familiares y me vine a vivir a Santiago. Al principio estuve con un familiar y a los 14 empecé a trabajar y me fui a vivir sola. Después empecé a repartir volantes en la calle, pero nunca dejé de estudiar”, comenta.
La ingeniera comercial sufrió violencia intrafamiliar en su niñez, algo que a su juicio le sirvió para comprender y adquirir la fortaleza que la ayudaría a enfrentar la vida. Vivió sola en una habitación, deambuló por varias comunas, se matriculó en un colegio técnico-profesional en San Joaquín, que cancelaba ella misma. “Entraba a clases a las 14:00 horas, por lo que me dedicaba a trabajar por las mañanas. Ahí aprendí el valor del trabajo, a solucionar mis propios problemas, pero siempre tuve la suerte de que me acompañaran las personas indicadas en ese tránsito de mi vida. A pesar de la vulnerabilidad, los valores que me inculcó mi mamá de pequeña y esa experiencia me motivó a seguir creciendo, haciéndome de recursos personales y emocionales para poder trabajar con gente que ahora necesita ese apoyo”, enfatiza.
Dentro de sus trabajos, se desempeñó como empaque de supermercado, estacionó autos en el balneario de Cartagena, limpió baños públicos, cuidó personas mayores, fue mucama, cajera, recepcionista y repartidora de volantes, recuerda con emoción, por lo que destaca que jamás le tuvo miedo al trabajo y que respeta cada uno de ellos, todos la hicieron crecer en su vida. “Para poder ayudar mi familia y poder vivir, requería ingresos, por tanto, tuve un periodo de mi vida muy intenso en el que trabajaba de día, luego estudiaba el pregrado de noche, y después tenía otro trabajo de noche-madrugada como garzona en un pub en Suecia, en donde iba con los apuntes de clases y repasaba en algunos momentos. Siempre se puede, eso me quedó muy claro, que siempre se puede, nunca dejé de estudiar”, enfatizó.
Carrasco, indica que existen muchas personas con baja tolerancia a la frustración, no obstante, recuerda que ella tuvo que rebuscárselas para asumir las primeras responsabilidades a muy corta edad, situación que le influyó para comprender el concepto de responsabilidad. “Para mí el trabajo siempre fue el eje de mi vida, porque si no trabajaba no había sustento, y tampoco podía ayudar a mi familia. Pero eso no fue impedimento para trabajar temas sociales cuando tenía 22 años. Durante mucho tiempo estuve en un grupo de ayuda social que acudía con personas en situación de calle, también con mujeres privadas de libertad tratando de buscar la equidad social y la escolarización principalmente de niños, niñas y mujeres, ayudábamos otorgando alimentación, lectura, juegos, compañía, conversación y ejercicios de autoayuda con estas personas. Esto fue muy enriquecedor, porque pude contribuir a que mujeres muy vulnerables sacaran su enseñanza básica y cuarto medio. Es importante reconocer y visibilizar estos colectivos, muchos olvidados por la sociedad”, sostiene.
A pesar de vivir momentos duros para superar la pobreza, Macarena dice sentir que este proceso la preparó para entender a diferentes grupos a través de la empatía. “Actualmente, trabajo vinculada con mucha gente que está enferma o que requieren apoyo. En la Universidad contamos con una parte de nuestra comunidad que vive en vulneración. La Usach me dio la posibilidad de devolver la mano a los colectivos que más lo requieren a través de un liderazgo que lleva calidad de vida a las personas”, sostiene emocionada.
Hoy tiene una hija de 8 años, a la que le entrega los valores que su madre, quien ya no está, le transmitió desde pequeña. Traspasa estas experiencias para conseguir una crianza respetuosa y formar una persona que pueda enfrentar las adversidades de la vida.
Un liderazgo valórico y empático
¿Cómo ha sido la experiencia de asumir una jefatura siendo mujer?
-Mi vida ha estado llena de desafíos. En el año 2020, en plena pandemia, me ofrecieron el reto de liderar este equipo de 40 profesionales, pero lo bueno es que conocía a algunas personas de Bienestar, porque fue el primer trabajo que tuve en la Universidad por el año 2005. El haber partido desde el grado mínimo y en distintas funciones y puestos de trabajo de manera gradual y con una carrera funcionaria, me ayudó a entender la cultura institucional. Es muy importante que las jefaturas sean capaces de entenderla, sobre todo en los ámbitos de la gestión para que la Universidad pueda avanzar en temas de su quehacer relevantes y estratégicos, como la formación, la acreditación, la investigación, la vinculación con el medio, a través de normativas y procedimientos, dando cumplimiento a leyes que nos rigen y que nos permiten mantener, la eficiencia y eficacia universitaria, además de ambientes de trabajo saludables, positivos y empáticos.
¿Cuáles han sido las dificultades más grandes al asumir este reto?
-En algunas ocasiones he tenido un estigma, me han hecho saber y sentir que se disminuye el mérito profesional, educacional y la experiencia por sólo ser mujer, joven y profesional. Tener una jefatura en la Usach ha sido un logro personal y profesional que ha estado lleno de sacrificios y como mujer me siento en un espacio seguro. La Universidad ha ido transitando hacia esa seguridad firmemente, al tiempo en que el país ha ido creando leyes que resguardan distintos aspectos de las personas. Hoy existen apoyos integrales con enfoque de derechos en la Universidad, sin embargo, recuerdo que en el pasado tuve una experiencia, pero no teniendo esta jefatura. Si me hubiese pasado en esta época habría sido distinto, porque ahora se visibiliza y existen espacios seguros de denuncia y contención que antes no estaban. Es un desafío lograr la armonización, no obstante, existe la firmeza institucional de generar canales de bienestar y yo quiero contribuir a eso, tenemos un sello invaluable como Universidad y tenemos que estar ahí en los desafíos que se nos presenten.
¿Cuál es el sello que quieres infundir en tu equipo de trabajo y en la Usach?
-Que entiendan el concepto de equidad social y de justicia, que todos y todas tengan el acceso a la educación y el poder trabajar en espacios seguros y libres de cualquier tipo de violencia. Es lo que me gustaría traspasar a los equipos con los que trabajo. Quiero transmitir también que con esfuerzo, estudio y trabajo se puede salir adelante. Yo ingresé en grado 21 y llegué a subrogar como vicerrectora en Vicaviged. Fue corto tiempo, pero estuve preparada para atender ese desafío, ha sido una combinación entre oportunidades y preparación profesional. Cuento esto porque quiero demostrar que la Universidad de Santiago sí es un espacio para crecer profesionalmente.